Expectativas falsas e ilusiones vacías: Primer State of the Union de Trump
- Hristo Torres
- 31 ene 2018
- 3 Min. de lectura
Este martes Donald Trump pronunciará su primer discurso de State of the Union, una oportunidad que se le presenta al Presidente de Estados Unidos una vez al año para hablar sobres sus logros, dialogar con la oposición y demostrarle a su país y al mundo sus habilidades de liderazgo. Para Trump, no solo es una oportunidad para pararse el cuello con sus logros, sino que también es un examen que tiene que aprobar frente a todo el planeta.
El mundo espera con anticipación el discurso, señalándolo como una oportunidad más para que Trump se muestre presidencial y conciliador, pero, sobre todo, persuasivo. Los principales objetivos del presidente a nivel interno tendrían que ser, dicen los analistas, unir a su país y conseguir la cooperación del Partido Demócrata. A nivel externo, tendría que demostrar que Estados Unidos aún es un protagonista a nivel internacional, pese a una nueva dirección de la política exterior, concentrada en anteponer las necesidades de su país.

Por una parte, tiene que probar que es capaz de pintar un futuro esperanzador, que no busca seguir alentando las flamas de la confrontación entre la sociedad estadounidense y que es un líder moral para las masas.
Por el otro, tiene que demostrar tanto a nivel interno como externo que es capaz de liderar. Que es alguien que puede escuchar puntos de vista diferentes a los suyos y tomarlos en cuenta. Que puede llegar a acuerdos e impulsar una agenda. Que es alguien que verdaderamente sabe negociar, y que puede ceder en algunos puntos con tal de avanzar en otros, y no alguien que busca todo el tiempo de salirse con la suya.
Trump se encontrará en su lugar favorito, en el centro de atención. Y tendrá que aprovecharlo. Sin embargo, fallará.
No es la primera vez que a Trump se le somete a tan altas expectativas, pero no será la última vez que las defrauda. A estas alturas del partido, que se siga esperando que Trump se porte presidencial, conciliador o por lo menos ortodoxo en cuanto a lo que su puesto amerita, ya raya en lo absurdo, por no decir risible.
Aunque habrá quienes argumenten que su presentación en el Foro Económico Mundial de Davos la semana pasada sirve como antesala y prueba de que puede alterar su discurso en función del foro, a estas mismas personas les digo que dejen de ser tan ilusos y que dejen de autoengañarse. También les digo que vayan ahorrándose los comentarios tibios en los que dicen que “pudo haber sido peor”, para terminar calificando su presentación como aceptable o eficaz solamente por el hecho de que no terminó siendo un total fracaso.

Trump es un ególatra narcisista corto de luces, lo cual prueba cada vez que abre la boca, y el día de mañana no será diferente. No importa que lo esté coacheando el mejor orador de Washington, o que tenga al mejor escritor del mundo preparándole el discurso, ni siquiera que se adjudique el crédito de lo bien que va la economía cuando esto es mérito de la administración de Obama.
Trump va a encontrar una manera de anteponer la agenda personal a la presidencial y de decepcionar a todos nuevamente, ya sea durante o después de dirigirse a su país en cadena nacional. Así que mejor vayámonos haciendo a la idea y dejemos de continuar con esta farsa en la que sus críticos de ayer suavizan sus críticas por hoy, solamente para reanudarlas el día de mañana.
El único consuelo que me queda de todo esto es que todo parece indicar que no tendremos que seguir tolerando esta farsa por mucho tiempo más, pues la investigación criminal en contra de Trump y su campaña avanza a pasos agigantados. Crucemos los dedos porque esta sea la primera y última vez que presenciamos a Trump presentar su State of the Union.