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Gane quien gane, pierde México

  • Hristo Torres
  • 21 dic 2017
  • 3 Min. de lectura


Ahora sí ya acabaron los “destapes” y ya tenemos la plantilla completa de candidatos a la presidencia para el próximo año y el panorama está, la verdad, para echarse a llorar abrazados de una copia de la Constitución.


Hubo pocas sorpresas. El Partido de la Revolución Institucional terminó eligiendo a José Antonio Meade de su cartera de secretarios y gobernadores presidenciables, superando a Aurelio “Thundercat” Nuño, Luis “El Aprendiz” Videgaray y Miguel Ángel “No-se-me-ocurrió-ningún-apodo-que-no-sea-racista” Osorio Chong. La verdad esto no debería de extrañar a nadie considerando las reformas a la ley interna del partido hechas hace unos meses, pero no faltan los que se hacen los sorprendidos.


Meade parece el candidato ideal para un desgastado PRI, que busca apoyarse en su experiencia como servidor público, formación y carisma para amarrar votos. Honestamente, sería una buena opción si no estuviera respaldado por el revolucionario institucional que tanto ha lastimado a nuestro país. Para Pepe Meade, su partido es su mejor herramienta y su mayor obstáculo en el camino hacia Los Pinos.


Del PRD y del PAN hay poco que se pueda decir que no suene a burla. El hecho que se tengan que aliar pese a ser teóricamente de espectros políticos opuestos solamente habla de la enorme crisis que ambos están viviendo. Que al final el PRD tuviera que contentarse con intentar conservar el gobierno de la Ciudad de México hace ver de qué lado masca la iguana en esta endeble alianza, a la vez que destaca el caos que impera al interior del partido del Sol Azteca.


Por su parte, Ricardo Anaya ha marginalizado a su propio partido al autoimponerse como candidato presidencial, provocando la diáspora de Margarita Zavala y sus simpatizantes. Aunque pienso que Anaya tiene oportunidad en la contienda, su campaña será una de las más complicadas, pues tendrá que distinguirse de Meade y de Zavala, quienes apelan a sectores similares de la población. Algo de carisma también le caería bastante bien, pues ahora mismo es tan interesante como un bolillo remojado.


Hablando de Zavala, habrá que ver si ella y los otros 2,373 aspirantes independientes juntan las firmas necesarias para postularse oficialmente. “La esposa de Calderón”, como infamemente le llamó el Profeta de Macuspana, tendrá que demostrar que es más que eso si desea convencer a alguien aparte de doña Leonor, tu vecina mocha que se sabe todos los chismes de la cuadra. Personalmente, esperaría que no alcance a calificar siquiera, pues todo parece indicar que su plataforma principal sería “porque soy mujer” y posturas conservadoras absurdas.


De los otros “independientes”, los únicos con auténticas posibilidades son Jaime Rodríguez “El Bronco” y María de Jesús Patricio Martínez “Marichuy”. (¿Por qué todos los candidatos de esta contienda tienen apodos?) El Bronco ya comprobó que no es necesario tener el respaldo de un partido para ganar una elección, y su gobierno en Nuevo León ha sido modestamente bueno, pero al igual que con Zavala, sus posturas conservadoras y poses de “macho” difícilmente le ganarán la presidencia, además de que no es muy popular fuera del norte del país.


Marichuy, por su parte, es probablemente la persona más decente que compite por la presidencia, y, debo admitir, la única con cuyo proyecto de gobierno simpatizo. Sin embargo, su candidatura será la que más se obstaculice, ni qué hablar de su gobierno, si es que llegara a ocurrir tan fantástico escenario. Aunque una presidenta indígena no solo es necesaria sino también justa, en el panorama actual su gobierno quedaría paralizado por el legislativo, que con toda seguridad seguiría bajo el control de la “Mafia del Poder”.


Y con este término aprovecho para presentar lo mejor para el final. Andrés Manuel López Obrador, para sorpresa de absolutamente nadie, va por la grande una tercera y (supuestamente) última vez. Hay poco que pueda decir que no se haya dicho ya del candidato eterno. Sus propuestas populistas, su incapacidad para dialogar y su renuencia para pronunciarse en cuanto a muchos problemas sociales y económicos hacen que lo ponga en la misma columna que Meade, Anaya y Zavala como alguien por quien definitivamente no votaré. De todos los candidatos, es él quien más me decepciona, pues ha sido precisamente con esas actitudes que ha demostrado ser incapaz de liderar a nuestro país, pese a tener un proyecto de izquierda decente.


El 2018 será el año en que yo, al igual que muchos jóvenes, tendré la oportunidad de ejercer mi voto por primera vez para decidir el rumbo que tomará mi país durante los siguientes seis años. Esta oportunidad se me presenta más con desilusión y frustración que con expectativa y emoción, pues desde ahora el horizonte ya pinta bastante sombrío. Y es que faltando un año para que tengamos un nuevo jefe del ejecutivo, la cartera de opciones es decepcionante, por decir lo menos.

 
 
 

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