top of page

Frágil

  • Hristo Torres
  • 3 oct 2017
  • 3 Min. de lectura

Creo que pocas veces nos percatamos de la fragilidad de algunas cosas. Ciertos conceptos cuya permanencia asumimos como sinónimo de resistencia. Objetos cuya presencia confundimos con inmutabilidad. Tal es el caso del cuerpo humano o el de la democracia, que con tanta facilidad se quiebran ante el golpe de una macana. Tal es el caso de un Estado, que tras siglos de historia, puede desaparecer en un abrir y cerrar de ojos por unas cuantas decisiones de un solo individuo.


El día de ayer, 1° de octubre, el gobierno de Cataluña convocó a su población a los comicios para decidir si deseaban separarse de España y formar un nuevo Estado federal, mientras que el gobierno del Primer Ministro Mariano Rajoy envió a las fuerzas policiales nacionales para tratar de impedir el proceso democrático.


Según el gobierno de la Generalitat, votaron 2.26 millones de catalanes, el equivalente al 42% del padrón electoral, decidiendo de manera abrumadora a favor de su independencia. Asimismo, se estima que 893 personas fueron internadas por heridas provocadas por los cuerpos policiales enviados por Madrid, quienes llegaron a agredir a personas mayores y menores de edad.



De esta manera, el gobierno catalán ha convocado a un paro general el día de mañana y se espera que declare su independencia esta misma semana. Mientras tanto, Rajoy no podría estar en peores circunstancias. En cuestión de horas, medios tanto ibéricos como del resto del planeta no han dudado en señalarlo como “la vergüenza de Europa”, pese a su insistencia en afirmar lo contrario.


Y la verdad, Rajoy no pudo haberlo hecho peor. El referendo ya había sido declarado ilegal por las Corte Superior de España y desacreditado por los principales actores políticos del país, quienes lo calificaron como anticonstitucional, y de haber continuado por este camino se podría haber evitado la crisis en la que ahora se encuentra. Paradójicamente, al haber enviado a los cuerpos judiciales a reprimir el voto le ha legitimado, demostrándole al pueblo catalán que en efecto teme su separación. Y lo que es peor, al haber sido atacado, el movimiento separatista, hasta ahora pacífico, corre el riesgo de radicalizarse.


Ahora mismo, honestamente, temo que la represión violenta del domingo desemboque en la creación de grupos extremistas como la ETA o la IRA, que aunque anacrónicos en el contexto actual, no serían del todo extraños. Lo peor que podría ocurrir en Cataluña es que un movimiento hasta ahora pacífico deje de serlo.



Así, la situación en España queda cubierta de incertidumbre. Con un gobierno nacional que a raíz de la crisis de 2008-2010 marginalizó a amplios sectores de la población y un gobierno regional que capitalizó la frustración e impotencia para promover su agenda nacionalista, además de la falta de diálogo entre ambas partes, España enfrente su mayor reto desde la caída de la dictadura en 1978.


Por último, pero quizás la inquietud más grande que se me genera ahora, es si estamos ante el inicio de una balcanización de España. Me pregunto si los vascos y los gallegos, quienes cuentan con su propia identidad nacional, se sentirán inspirados por el pueblo catalán y fortalecerán su posición separatista ante Madrid. ¿Será que el frágil equilibrio sobre el que está construido este Estado multinacional se rompa? ¿Será el 1° de octubre de 2017 el día en que los futuros historiadores marquen como el inicio del fin de España como la conocemos?


Lo único de lo que no me cabe duda es que Rajoy fue muy Franco este domingo.

 
 
 

PARTNERS

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este material por cualquier medio sin el previo y expreso consentimiento por escrito de Metrópoli Digital.

  • Facebook - Grey Circle
  • YouTube - Grey Circle
  • Instagram - Grey Circle
  • Twitter - Grey Circle

© 2018 Metrópoli Digital

 

bottom of page