top of page

Cómo combatir el machismo. La perspectiva de un hombre

  • Hristo Torres
  • 19 sept 2017
  • 3 Min. de lectura


El caso de Mara Castilla ha reanudado el debate sobre uno de los problemas más graves que enfrenta nuestro país actualmente, y no me refiero a la responsabilidad de las empresas en estas situaciones, sino al inherente sexismo y misoginia que existe en nuestra sociedad, tan profundamente machista.


Una vez que salieron a la luz los pormenores del caso no han faltado muestras de apoyo, solidaridad e indignación, exigiendo que se encuentre al responsable y que se mejoren las condiciones de seguridad en el país en todos los niveles. Las feministas nunca antes se habían hecho oír tan fuerte y claro como ahora. El reclamo es sencillo y justo: ¿Por qué tiene que ser peligroso ser mujer en México?


Pero al mismo tiempo, casi de manera simultánea y casi con la misma fuerza, se ha levantado un contrarreclamo. Personas, en su mayoría hombres, que no dudan en culpar a Mara o a sus padres de lo que le pasó; que se preguntan porque se llama feminismo si busca la igualdad; que cuestionan porque ser feminista es bueno y ser machista es malo, si el nombre es casi el mismo; que equiparan a las feministas con el Partido Nacional Socialista alemán; personas que siguen siendo misóginos descarados en pleno siglo XXI.


Es ese el verdadero problema. Que cientos de miles de hombres sigan pensando de esta manera. Esto se origina a partir de una simple miopía, pues muchos no se dan cuenta de que esta forma de pensar nos hiere a todos, no sólo a las mujeres. Si bien son los hombres heterosexuales (o quienes pasan como tal) quienes nos vemos menos perjudicados, estas construcciones sociales se nos imponen a todos, deteniéndonos y limitándonos.


“¡Pero con qué derecho hablas tú de feminismo!” Dirán algunos con espuma en la boca. “¡Si claramente eres un varón privilegiado por el heteropatriarcado!” A lo cual contestaré, sí lo soy, y ni siquiera cometeré el error de tratar de llamarme a mí mismo “feminista”, a diferencia de cierto tuitero con nombre de molusco convertido en pseudo comunicador. Lo que tampoco haré será decir que estoy a favor de un cambio porque tengo una hermana, una madre, una abuela o amigas y temo por ellas. Si hay hombres que están apoyando al feminismo no debe ser por esta justificación bien intencionada pero corta de miras, sino sencillamente porque es justo.



Mi intención con esta columna no es hacer teoría feminista, pues hay personas infinitamente mejor preparadas que yo para hacerlo, sino ofrecer un argumento para que aquellos que aún mantienen ideologías sexistas, las abandonen, y para ello hay que eliminar algunos mitos. El feminismo no pretende imponer la supremacía del género femenino sobre el masculino, ni hacernos a todos afeminados, ni mucho menos hacer obligatorio el ser homosexual. Simplemente se busca la igualdad de oportunidades en términos económicos, políticos y sociales para todos.


Esto por supuesto significa que los hombres cedamos ciertos privilegios, pero también muchas más obligaciones e imposiciones. Vaya, si como hombre no decides apoyar al feminismo porque es lo correcto, por lo menos hazlo por puro pragmatismo. En una sociedad en la que todos somos iguales no tienes porqué ceder el paso, ni tienes la obligación de hacer el trabajo físico de la casa. Es más, no tienes que pagar la cena en la primera cita y hasta puedes sugerir que cada quién pague lo suyo. Quizás estas no sean las mejores razones para cambiar nuestra forma de pensar, pero a la larga nos daremos cuenta que fue lo mejor que podríamos hacer.


Por último, notarán que en ningún momento he dicho que los hombres debemos de ser feministas. Esto es porque según los textos y autores que consulté, un hombre no puede ser feminista, ya que carecemos de la experiencia empírica de ser mujer. Cuando mucho, podemos ser aliados del feminismo al escuchar a las feministas que tenemos cerca, al ponernos en sus zapatos, al reflexionar sobre las injusticias de nuestro sistema y a tratar de entender lo que significa ser mujer y al compartir su lucha.


La verdad es que la gran mayoría de los hombres aún portamos ciertas actitudes machistas que nos son difíciles de abandonar por lo profundamente enraizadas que están, pero si adoptamos estas sencillas acciones seremos capaces de irlas identificando y cambiando para bien, para así construir una sociedad en la que algún día no tengamos miedo de que alguien se suba a un Uber o un Cabify o un taxi.


Seamos aliados. No es difícil. Sólo hace falta callarse un segundo y escuchar.

 
 
 

PARTNERS

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este material por cualquier medio sin el previo y expreso consentimiento por escrito de Metrópoli Digital.

  • Facebook - Grey Circle
  • YouTube - Grey Circle
  • Instagram - Grey Circle
  • Twitter - Grey Circle

© 2018 Metrópoli Digital

 

bottom of page