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Cualquiera de nosotras pudo haber sido Mara Castilla

  • Diana Hurtado
  • 16 sept 2017
  • 3 Min. de lectura


Pasadas las cinco de la mañana del 8 de septiembre, Mara Fernanda Castilla, estudiante de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), abordó una unidad perteneciente a la empresa Cabify. De acuerdo con la investigación de la Fiscalía General del Estado de Puebla, el traslado duró 20 minutos, pero, al llegar a su hogar, la joven nunca bajó del auto, a pesar de que este permaneció 30 minutos afuera del fraccionamiento donde vivía.


Mara fue hallada sin vida este 15 de septiembre en Tlaxcala. Sus pertenencias habían sido encontradas previamente en un departamento y horas después, la Fiscalía estatal confirmó que el cuerpo de la joven fue hallado envuelto en una sábana, y se presume que fue asesinada el mismo 8 de septiembre. El presunto responsable, el conductor del vehículo, se encuentra en prisión preventiva y podría enfrentar los cargos de feminicidio, entre algunos otros.


Podría seguir contándoles más detalles acerca de la historia de Mara, ¿pero con qué fin? Las autoridades y los medios de comunicación se encargarán de hacerlo por mí y de señalar a los responsables. En cambio, yo busco escribirles con el fin de abrir sus ojos y de hacerles tomar conciencia acerca de situaciones como las de Mara.


Cuando vi por primera vez la noticia en la televisión, el primer pensamiento que tuve fue “yo he tomado taxi privado para regresar a casa, yo pude haber sido ella”. Cualquiera de nosotras pudo haber sido ella.


Conforme pasaban los días, seguía esperando que la encontraran con vida, que todo hubiera sido un error y que ella estaría bien. Sin embargo, por dentro sabía la respuesta: ella nunca regresaría a casa, porque en este país cuando eso sucede, ninguna de ellas regresa.


No es la primera vez que sabemos de una joven que desapareció y posteriormente fue encontrada muerta. Basta mencionar el caso de Lesvy, quien fue encontrada sin vida dentro de las instalaciones de la UNAM; de Marina, quien fue encontrada en una carnicería, tras haber sido atacada con arma blanca y abusada, en Ecatepec; o de Victoria, quien fue asesinada a manos de su novio en un hotel de la Ciudad de México. Lamento no poder mencionar las que me faltan, que son miles en este país, porque ninguna de ellas merece ser invisibilizada.


Es cierto que todas y todos estamos expuestos a la delincuencia en México, pero desafortunadamente seguimos siendo las mujeres las que más sufrimos violencia, abusos, ataques, injusticias, entre otras cosas, y solo por el hecho de ser mujeres. ¿Hasta cuándo dejaremos de ser indiferentes a este tipo de situaciones? Y, ¿hasta cuándo dejará de ser nuestra culpa?


Hablo por muchas mujeres cuando digo que estoy harta de sentir miedo cada que salgo a la calle; cada que tomo un taxi; cada que me subo al transporte público; cada que un tipo me ve fijamente mientras camino apresurada; cada que pasa un coche lentamente y toca el claxon; cada que un tipo se me acerca para decirme “un piropo”. ¿Cuándo será el momento en que pueda llegar a casa sin sentir que “la libré”?


Lamentablemente, Mara ya nunca regresará a casa, debido a que alguien, un hombre, decidió que podía actuar como quisiera y quitarle la vida sin tener que afrontar el delito. Y lamentablemente su caso no será el último, pero está en nuestras manos cambiar los números y la historia.


Debemos entender que a todas nos puede pasar y debemos evitarlo a toda costa, debemos alzar la voz y no permitir más violencia contra nosotras. Las pequeñas acciones cuentan mucho, y por eso he decidido escribir este artículo, para expresar mi opinión y para invitar a todas las personas, tanto mujeres como hombres, a cambiar la situación de nuestro país con respecto a la violencia contra las mujeres, porque hoy fue Mara, pero mañana puede ser tu hermana, tu madre o tu amiga, y entonces alguien te preguntará: ¿Qué hiciste TÚ para evitarlo?

 
 
 

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