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La Risa en Vacaciones: Especial de la Casa Blanca

  • Hristo Torres
  • 15 ago 2017
  • 4 Min. de lectura


El verano es definitivamente mi temporada favorita. Siempre lo he relacionado con días soleados, hermosos atardeceres y las vacaciones, regresándome a los tiempos más sencillos de mi niñez. Andar en bici por la calle, jugar afuera con mis amigos hasta que se hiciera de noche para regresar a la casa y jugar videojuegos o ver películas hasta que nos lloraban los ojos y era hora de irse a dormir son algunos de mis recuerdos más gratos.


Pero hay otras memorias no tan agradables que también relaciono con el verano: los interminables maratones de los fines de semana por el canal cinco de “La Risa en Vacaciones”, aquella franquicia de películas en las que tres hombres adultos le hacían bromas infantiles y de mal gusto a inadvertidos vacacionistas en diferentes destinos turísticos de nuestro país como Acapulco o Cancún.


Recuerdo que uno de mis tíos evitaba ir de visita a Acapulco por temor de ser víctima de una de estas bromas. Por supuesto que cuando era pequeño encontraba algunos de estos chistes entretenidos y hasta divertidos, pero ahora que tengo un poco más de criterio, me lamento por haberme reído alguna vez de ellos.


¿Cómo olvidar esa broma recurrente en la que ataban un globo con helio al vestido de una mujer? ¿O aquel en el que uno de los bromistas fingía ser gay y acosaba a otros hombres en el baño? Todos ellos chistes misóginos, sexistas y de pésimo gusto en los que se provocaban risas a costa de inocentes transeúntes que veían sus vacaciones interrumpidas para después ser (casi) obligados a firmar un papel en el que consentían que su rostro se mostrara en el filme terminado.


Y es que pareciera que los productores de tan entrañable saga de películas se han encargado de dirigir el rumbo de Estados Unidos últimamente, con Donald Trump como bromista en jefe, pues las últimas semanas han estado llenas de situaciones dignas de una comedia de segunda clase.


Mientras que muchos regresaron a clases esta semana, dejando atrás las vacaciones de verano, estas apenas empezaron para el presidente de nuestro vecino del norte y enemigo público número uno, quien ha dejado un verdadero desastre en la Casa Blanca.


Empecemos con Sean Spicer, quien renunció a su puesto como Secretario de Prensa en protesta a la contratación de Anthony Scaramucci como su jefe, aunque seguramente el estrés de tener que estar arreglando todo lo que dice Trump jugó su parte.


Scaramucci no perdió tiempo, haciendo valer su tiempo en el puesto, pues fue despedido después de tan solo diez días. En este tiempo, se apresuró en declarar su amor y confianza en el presidente, aseguró que prefería apuñalar (figurativamente) por el frente, amenazó con despedir a todos sus empleados si no descubría quién seguía filtrando información a los medios e insultó públicamente a algunos de sus colegas.


Nada mal para solo diez días. Debido a todas estas controversias (y que quizás se sintió celoso por dejar de ser el centro de atención), Donny se vio forzado a separarlo del cargo. Para cerrar con broche de oro, The Mooch, como se hace llamar, se perdió el nacimiento de su hijo y su esposa le pidió el divorcio durante este mismo periodo. Vaya cretino.


Unos días antes, Trump decidió despedirse también de Reince Priebus, su Jefe de Personal. El puesto quizás no suene muy importante, pero se trata de la mano derecha del presidente al interior de su gabinete. Priebus, además, ha sido uno de los más leales apoyos de Trump desde su campaña, no solo al ofrecerle su ayuda cuando nadie lo tomaba en serio (aunque muchos sigamos sin hacerlo), sino al convencer a buena parte del Partido Republicano de respaldarlo.


A todo esto hay que agregarle la paranoia creciente del presidente, que ya no se queda satisfecho con acusar a la prensa de propagar noticias falsas con su ya patentada frase “Fake news!”, sino que ahora se volcado contra oficiales que él mismo colocó.


En su esfuerzo por librarse de la investigación que lo vincula con Rusia y su intervención en las elecciones que lo pusieron en el poder, Trump ha comenzado a culpar a Jeff Sessions, jefe del Departamento de Justicia, por no detener las averiguaciones en su contra. Al igual que Priebus, Sessions fue uno de los primeros republicanos en ofrecer su respaldo públicamente a Trump, y que ahora este le esté echando la culpa no solo es bajo, sino que también muestra el caos que reina dentro de su gobierno.


A esto hay que agregarle que su gobierno no ha logrado prácticamente nada en este periodo. No solo no ha conseguido que se apruebe ni una sola ley en migración, reforma fiscal o seguridad social, las cuales calificó como prioridades, sino que también tiene el índice de aprobación más bajo en la historia de un presidente de Estados Unidos. Y para colmo, pasó 19 de sus primeros cien días en el cargo jugando golf (más los que se acumulen). No cabe duda que se ha ganado esas vacaciones al pulso.


Lo bueno es que Trump ha tuiteado frecuentemente que todo está bien y que su gobierno ha cosechado un sinnúmero de éxitos en sus primeros seis meses. ¡Ese copetón tan bromista!


Pongamos ese número en perspectiva. Trump lleva como presidente apenas seis meses de cuatro años que dura el mandato. Eso es el equivalente a la mitad de la mitad de la mitad del total. Es decir, si la presidencia de Trump fuera una pizza grande, apenas llevaríamos una rebanada, con la diferencia de que no se trata de una deliciosa pizza de pepperoni, sino más bien una hawaiana o vegetariana a la que el repartidor le escupió después de recogerla del piso.


Y no podemos perder de vista que aún existe la posibilidad de que los gringos decidan pedir otra pizza.


En otras palabras, apenas llevamos una de las ocho películas que conforman la franquicia de “La Risa en Vacaciones” y ya nos estamos cansando de las malas bromas.

 
 
 

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