top of page

Cuando en la mesa ya no se sirve amor, el legado de Nina Simone

  • Andrés Sánchez
  • 24 ago 2017
  • 5 Min. de lectura

"Desearía poder saber

Lo que significa ser yo

Entonces verías y aprobarías

Todos deberían de ser libres."


Nina Simone emergió de las sombras que una situación racial se encargó de relegar, se rebeló contra todos los supuestos de su época y mantuvo siempre en alto su voz que clamaba por libertad y rescatar su identidad afroamericana. Libró hasta una rivalidad consigo misma y después de una caída que la alejara de los escenarios volvió de manera humilde y más cercana. Nina Simone fue el ícono de una época, de una lucha, de un género alimentado de muchos otros. Fue tan única como solo ella sabía serlo.


Aunque ya mucho ha sido repasado sobre su vida, vale la pena darle un nuevo vistazo a cómo desde la música se dio batalla a un régimen en el que reinaba el odio, la discriminación y la violencia contra aquellos cuya única deuda era ser distintos; un Estados Unidos (y muchos otros países del mundo) en el que el racismo exprimía hasta los huesos a la comunidad negra. Bajo ese contexto, la voz de Nina se convirtió en un estandarte de protesta. ¿Por qué era una voz externa de lucha?, porque también era una voz de lucha interna, una que la atacaba desde distintas trincheras.


Sus raíces comenzaron a crecer en Carolina del Norte, alimentándose de manera austera y calentando garganta en un coro de su iglesia local. Desde niña mostró sus dotes y afición por la música clásica, sobre todo por tocar el piano desde los 4 años. Fue a los 10 años donde viviría el parteaguas de lo que sería su destino: su primer recital público de piano, pero también la ocasión en que discriminarían a sus propios padres al retirarlos de asientos en los que “no deberían estar”. Fue su primera protesta, logrando regresarlos frente a ella.


Con más suerte y apoyo logró llegar a Nueva York para estudiar en una de las escuelas de música más prestigiosas, pero su sueño de ser la primera pianista negra en dar conciertos en Estados Unidos estaba aún muy lejos. Por un lado, la pobreza de su familia; por el otro, más puertas cerradas en otros institutos por su color de piel. Esto definió la nueva dirección de su voz y de su soul; virar de lo clásico hacia el blues y el jazz. A partir de ahí pasaría de los clubes nocturnos dando shows por algo de dinero para su familia, a escalar en una empinada carrera musical hacia los grandes escenarios.


Pero una de las trincheras de la que más ataques recibió fue la familiar, sobre todo al momento de casarse, pues ahí comenzaría su vida dentro de una jaula que parecía ser de oro, pero por dentro le rompía los huesos, el alma y las ganas de vivir. Aunque en sus canciones exclamaba que “su amor solo se preocupaba por ella” y no le importaba aparentar nada más, la verdad se expresaba en una relación en la que, con el pretexto de dirigir y representar una carrera exitosa para ella, Andy Stroud hasta se aprovechaba y le exigía algo que Nina no sentía ni quería para el resto de su vida. Ella cantaba, primero, por no tener otra opción, pues aunque no lo hacía bien era lo que le daba para comer; luego por gusto y cuando estaba inspirada para querer hacerlo, no para mostrarse en cada show y escenario sobre Norteamérica.


Pese a esto, logró debutar de manera extraordinaria en el festival de jazz más importante de los Estados Unidos: el Festival de Jazz de Newport, comenzando ahí su reinado en múltiples géneros y estilos musicales, consolidando uno muy propio con su voz casi andrógina, la potencia de los sentimientos impresos en cada canción y la diversidad que lograba en cada presentación. Pero todos esos logros parecían desvanecerse al llegar a casa y sumergirse en una esfera de depresión, de opresión de una situación racial y de un matrimonio destructivo.


Como lo confesara en una entrevista dentro del documental de su vida “What happened, Miss Simone?”, aguantaba hasta golpes porque un matrimonio debía salvarse y mantenerse, tenía fe en que todo iba a cambiar y en que él solo quería lo mejor para ella; por otro lado, también deseaba que todo terminara, poder descansar, dejar de odiar lo que en un principio había disfrutado tanto: tocar el piano y cantar. Era llamada la Nueva Sacerdotisa del Jazz o del Soul, pero ella siempre lo rechazó, así como todo lo que venía de los blancos.


¿Qué diría si escuchara la versión para 50 Sombras de Grey, de su éxito I put a spell on you?, seguro arremetería contra los artífices como tantas veces lo hizo, con su personalidad vulnerable, explosiva y rebelde. Siempre era tomada muy en serio, por eso nadie dudó en verla como estandarte de lucha y utilizar sus canciones como un mensaje de reclamo por la discriminación racial y lleno de compromiso con los derechos civiles. Con To be Young, gifted and black, de su amigo cercano Lorraine Hansberry transmitía esperanza a la juventud, en Mississippi goddam se pronunciaba contra el asesinato y los ataques terroristas al pueblo negro indefenso y con I wish I knew How it Would Feel to be Free hacía evidente el sentir de todo un pueblo y de su propia vida eclipsada.


Todos esos límites que se encontró a lo largo de su vida forjaron su ferocidad tan característica y con la cual se unió al movimiento encabezado por Martin Luther King, pero también a los más radicales como los Black Panthers y Storkely Carmichael, lo que produjo que muchas de sus canciones y su carrera fueran censuradas por el gobierno en turno, echando al suelo lo que había logrado y sumiéndola más en su estado de rencor, desprecio y frustración hacia la vida y la sociedad. ¿Qué más queda cuando ni la sociedad, ni tu familia, ni tus sueños te respaldan?


En sus letras rezaba “Desearía poder vivir como anhelo vivir. Desearía poder hacer todas las cosas que puedo hacer aunque estoy atrasada. Debería de empezar de nuevo” y así lo hizo, comenzó desde cero, dejó a todos los que la habían lastimado y regresó poco a poco a los escenarios hasta poder despedirse de manera digna y llena del amor de su público en abril del 2003. Hoy, 14 años después de su partida continúa su legado inquebrantable, el registro de su potente voz y de su alto contenido sentimental en sus letras e interpretaciones, una experiencia casi alucinante.


Pero lo más destacable fue el poder de su voz para derrumbar las fronteras sociales, los ideales que tanto lastimaban a un pueblo y que mantenían en las sombras a la fuerza de una nación. No tenía que poner un hechizo sobre nadie, bastaba con oírla para estar a sus pies y tratar de descifrar todo lo que pasaba por su cabeza. Una historia de dolor constante que se canalizaba en las teclas de un piano y en los cambios de tono de sus melodías. Ella supo lo que era la libertad: no tener miedo y nos enseñó que hay que levantarse de la mesa cuando ya no se sirve amor.


Al final, lo único que podemos decir es “It's a new dawn. It's a new day. It's a new life for me, and I'm feeling good”.

 
 
 

PARTNERS

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este material por cualquier medio sin el previo y expreso consentimiento por escrito de Metrópoli Digital.

  • Facebook - Grey Circle
  • YouTube - Grey Circle
  • Instagram - Grey Circle
  • Twitter - Grey Circle

© 2018 Metrópoli Digital

 

bottom of page