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“TODOS NECESITAMOS UNA GAFAS VIOLETAS”

  • Diana Hurtado
  • 2 ago 2017
  • 2 Min. de lectura


Hay un momento en la vida de toda persona feminista en que replantea su posición y ve las cosas de diferente manera. Es en ese momento en el que se deja de ver el mundo como es y se comienza a hacer uso de las gafas violetas.


Fue en Feminismo para principiantes de Nuria Varela donde conocí el término de “gafas violetas” -la autora retoma la metáfora propuesta por Gemma Lienas en su libro El diario violeta de Carlota. Dicha metáfora explica que ser conscientes de la discriminación y la violencia que han sufrido las mujeres por años es una forma diferente de ver al mundo.


¿Y por qué violetas? Bueno, se considera que este color representa al feminismo. Una de las leyendas para considerarlo así, explica Varela, es que se adoptó en honor a las 129 mujeres que murieron en una fábrica textil de Estados Unidos en 1908 cuando el empresario, ante la huelga de las trabajadoras, prendió fuego a la empresa con todas las mujeres dentro. Se dice que las telas sobre las que estaban trabajando eran de color violeta.


¿Se imaginan si esas mujeres hubieran podido hablar? ¿Qué nos hubieran dicho? ¿Qué hubiéramos aprendido realmente de ellas? La respuesta nunca la sabremos. Así como tampoco sabremos qué sienten las mujeres que son mutiladas en países del continente africano; ni qué piensan las niñas a las que se les prohíbe estudiar por el simple hecho de ser mujeres; o a qué aspiraban las víctimas de feminicidio. Nunca tendremos una respuesta certera, ¿y saben por qué? Porque nunca las hemos escuchado ni volteado a ver. Porque ellas, como muchas otras mujeres en el mundo, son invisibilizadas de una u otra manera.


Si comenzáramos a ver el mundo como realmente es, nos daríamos cuenta de que la mitad de la población ha sabido valerse por sí misma a pesar de las injusticias y la discriminación que ha vivido. Si todos vieran el mundo como las mujeres lo vemos, la historia y nuestra realidad serían totalmente diferentes.


Sin embargo, nada está perdido. Han pasado más de tres siglos desde que el movimiento feminista vio la luz y continúa hasta nuestros días. Un movimiento que ha decidido, de manera inconsciente, ponerse las gafas violetas y con ellas ver que no hay razones naturales que justifiquen la discriminación hacia las mujeres.


Mismas gafas que nos permiten visualizar nuestra situación y cambiarla. Ya no se trata solo de cuestionar lo establecido, sino de cambiarlo para mejorar, para hacer visible a esa mitad de la población de la que yo misma soy parte y darnos el reconocimiento que por años nos ha sido negado.


¿Y tú? ¿Estás dispuesto a ponerte las gafas violetas?

 
 
 

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