“MALALA”
- Diana Hurtado
- 20 may 2017
- 5 Min. de lectura

Era el 9 de octubre de 2012 cuando Malala, una niña paquistaní, fue tiroteada por un talibán mientras iba a bordo de una camioneta escolar. El motivo: defender el derecho de las niñas a estudiar.
Malala Yousafzai nació en el valle de Swat, al noroeste de Pakistán, el 12 de julio de 1997; llegó justo en el alba, lo que la comunidad considera un buen augurio, ¡y vaya que lo sería! Sin embargo, los habitantes de la aldea se compadecieron de su madre y nadie felicitó a su padre, ya que habían tenido una niña en vez de un varón, por lo que desde ese instante ya la tenía difícil en el mundo.
Empero, Malala se convirtió en el universo de su padre, quien le transmitió todos sus conocimientos y le brindó el mejor de los regalos: una educación. Lo anterior representó una gran libertad que la mayoría de las mujeres en Pakistán no pueden permitirse, ya que están destinadas a aprender a cocinar y atender a sus hermanos y maridos, aunque eso signifique ser analfabetas por el resto de su vida.
El caso de Malala fue todo lo contrario; su padre le brindó las facilidades que estuvieron a su alcance para que ella pudiera estudiar; destacaba en clase y competía con sus compañeras por el primer lugar. Sabía inglés y hablaba con fluidez, además de que se mostraba interesada en los discursos y la política. Todo transcurría con normalidad, era una niña como cualquier otra: le gustaba jugar, ver películas y leer libros; había quien veía con malos ojos ello y, sin embargo, su padre decía “Malala será libre como un pájaro”. Y así fue, hasta que llegaron los talibanes.
Fue aproximadamente en 2007 cuando los talibanes se apoderaron de Swat; todo empezó a través de un canal de radio en el cual el maulana Fazlullah animaba a la gente a adoptar los buenos hábitos y abandonar las prácticas que él calificaba de deleznables; por si fuera poco, se nombraba a sí mismo “reformardor islámico e intérprete del Corán”.

Primero inició como una “transformación pacífica” en la que prohibían la televisión, la música, la educación de las niñas e ir a las mujeres de compras, entre otras cosas; las comunidades debían desprenderse de sus televisores, CDs y DVDs, posteriormente de joyas y dinero. Las cosas no pintaban para nada bien, y para el 2008 el horror empezó expandirse por todo el valle, miles de personas murieron y los ataques eran más agresivos cada día.
Hubo bombardeos en varias aldeas, destruyeron mezquitas y apresaban, torturaban y asesinaban a gente inocente, así como a militares y agentes. Las escuelas para niñas no fueron la excepción, Fazlullah amenazó con bombardear las escuelas si las niñas no dejaban de ir.
Fue entonces cuando Malala empezó a cuestionarse su situación actual y junto con su padre inició una campaña en pro de la educación. Fueron muchos los discursos que Malala pronunció, lo que le dio fama y la puso en la mira, no solo de personas importantes, sino de los talibanes también. Así que no es de extrañarse que recibieran numerosas amenazas, nunca se detuvieron por nada. Sin embargo, en 2012 estas llegarían a hacerse realidad cuando Malala sufrió un ataque a bordo de la camioneta escolar.
A pesar de las condiciones en que se encontraba el país, y su posición política y social, Yousafzai recibió el mejor de los tratos e incluso fue admitida en el hospital militar. El problema se presentó cuando se dieron cuenta que necesitaban trasladarla a un mejor lugar para evitar complicaciones; fue así como la familia real de los Emiratos Árabes prestó su avión privado para llevarla a Birmingham, lugar donde recibiría el mejor de los cuidados y se recuperaría.
Sin embargo, ella no sabía que jamás iba a poder regresar a su país, por lo que tuvo que residir junto con su familia en Reino Unido y empezar una nueva vida sin dejar de lado el activismo que tanto la identificó.

Malala Yousafzai fue galardonada con distintos premios, entre ellos el Premio Nacional por la Paz en Pakistán (2011), el Premio UNICEF de España por defender los derechos a la educación de las niñas (2013) y el más importante de todos, el Premio Nobel de la Paz (2014), por su “lucha contra la supresión de los niños y jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación”, convirtiéndose en la persona más joven en obtener dicho galardón.
Asimismo, a sus 19 años, Malala fue recientemente nombrada como Mensajera de la Paz de la ONU y obtuvo la Ciudadanía Honoraria de Canadá de manos del primer ministro Justin Trudeau, misma que solo han obtenido otros 5 personajes relevantes, entre ellos el Dalai Lama y Nelson Mandela. Por otro lado, se ha reunido con personas de mayor importancia como Barack y Michelle Obama, la actriz y embajadora de la Buena Voluntad de la ONU Mujeres, Emma Watson, e incluso ha conocido a la Reina Isabel.
Malala es, entre otras cosas, un ejemplo a seguir para todos nosotros, ya que a pesar de la difícil situación que vivió en Pakistán, nunca detuvo su lucha y siguió fiel a sus ideales siendo apenas una niña, lo que nos demuestra que mientras haya valores y ganas de seguir adelante todo puede lograrse. Malala fue afortunada al tener el apoyo de sus padres y haber recibido una educación; su activismo empezó desde muy pequeña, pero eso no fue un obstáculo para superar todas las adversidades que enfrentó. Pudiera parecer que su vida es sacada de una telenovela, pero así es la realidad que se vive en países donde la pobreza, la violencia y el analfabetismo son el pan de cada día.
Yousafzai es una de las mujeres que más admiro en la vida; ha logrado lo que muchos otros no hubieran imaginado con tan solo 19 años. Su historia merece ser contada una y otra vez, por lo que, si quieren saber más acerca de su vida, les recomiendo que lean su libro I am Malala y/o vean el documental He named me Malala.

Ella logró lo impensable teniendo todo en su contra; su vida estuvo en peligro en más de una ocasión y fue tiroteada para hacerla callar, sin embargo, eso no fue suficiente para detenerla.
Malala es hoy en día la portavoz a favor de la educación de miles de niñas y niños que sufren de analfabetismo, pobreza y violencia extrema; cuenta con su propia fundación y se ha ganado la admiración de todo el mundo.
Necesitamos más personas como ella que pierdan el miedo a las adversidades y nos recuerden que “un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar al mundo”.
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