"FUTBOL. LA POLÍTICA DE LAS PATADAS"
- Armando García
- 9 may 2017
- 5 Min. de lectura

Desde la creación de los juegos de competencia en la antigüedad para evitar conflictos entre grupos étnicos, los juegos olímpicos y su mensaje de paz y armonía entre las naciones, hasta el rugby en Sudáfrica y lo que significó para la unificación de la Nación Arcoíris en tiempos de Mandela como presidente hasta el futbol, el deporte, la actividad de competencia, el deseo de ganar, siempre ha estado ligado a la política.
Para muchos el futbol es igual a estar enajenado al televisor, desentenderse de la problemática y dejarse guiar por un sistema. Algo totalmente alejado de la realidad.
Tal vez si miramos más de cerca podríamos definir muchas variables de la realidad internacional a base del deporte “de la patada”.
Estados Unidos, Canadá y México presentaron candidatura en conjunto para realizar el Mundial de Futbol del 2026 y con un saldo escandaloso para los amantes del deporte que suma 3 puntos por victoria y 1 por empate. Ochenta juegos en total, 10 para Canadá, 10 para México y 60 para Estados Unidos. No menos importante es que los juegos de eliminatoria desde Octavos de Final se desarrollaran en suelo estadounidense.

Para muchos es una falta de respeto que México se postule como sede pues, como dicen, el horno no está para bollos, aunque el beneficio económico (que puede ser de 500 millones de dólares sin contar el impacto turístico) puede ser una cifra tentadora, pero no es el caso pues esa cifra es de una sola sede y de todos los partidos.
Estados Unidos se muestra como la carta más fuerte para llevarse el Mundial de 2026, incluso podría realizarlo solo y la federación estadounidense cobrar el favor de haber votado por un empresario canadiense de nombre Victor Montagliani para presidir la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (en inglés Confederation of North, Central American and Caribbean Association Football – por todos conocido como CONCACAF) que dio la promesa de favorecer, en ese entonces, la posible candidatura de Estados Unidos como sede del Mundial de 2026 y a manera de retribución les otorga 10 partidos (nada de escándalo para un país donde el hockey es el deporte nacional y tienen al futbol relegado a un deporte casi amateur).
Lo que sorprende es la postura de México ante los 10 partidos que le corresponderían, un insulto tomando en cuenta la afición y el poder de convocatoria que tiene el deporte de los 11 contra 11 en este país, y es aquí donde vienen dos consideraciones, nada deportivas y totalmente políticas.
Desde 2014 y 2015, el rumor de que México buscaría un nuevo mundial comenzó a sonar en la CONCACAF. Era un proyecto totalmente viable; la afición, las instalaciones y la inversión que podría llegar para la construcción de medios de transporte, vialidades y remodelación de estadios o construcción de nuevos recintos. Todo parecía viento en popa para que la región de la CONCACAF tuviera un Mundial.
Pero, en 2015, se destapa el mugrero y el FBI toma las oficinas de la Confederación en Miami y comienzan las investigaciones de una red de amaño tanto de partidos así como de sobornos de funcionarios durante el proceso de elección de Qatar como sede del Mundial del 2022, una investigación que, según el FBI, llevaba a una red de corrupción que operaba desde hacía (mínimo) 26 años.
Dicho sea de paso, toda la red de corrupción ligó a la CONCACAF con Joseph Blatter (expresidente de la Federación Internacional de Futbol Asociación, FIFA) y la elección de Sudáfrica para el mundial de 2010, así como la investigación de juegos por sospecha de sobornos.

Cuando parecía inminente que la investigación llegaría a México y la Federación Mexicana de Futbol (FEMEXFUT), esta parecía tomar nuevos rumbos dejando al futbol mexicano como una especie de oasis de pureza en un mundo de corrupción y chantaje.
Las multipropiedades en el futbol mexicano (prohibidas por FIFA), el llamado “Pacto de Caballeros”, los contratos que se firman solos (baste recordar el caso del actual delantero de las Chivas del Guadalajara, Alan Pulido), los resultados un tanto extraños en la Copa Oro que permitieron a México llegar a la final y después ganarla; la presencia entre sombras de promotores como Carlos Hurtado y Greg Taylor que hacen y deshacen en el futbol mexicano, todo eso y más parecía un campo de cultivo, un océano pleno para que los buzos del FBI dieran un chapuzón y se dieran un festín con lo que podían encontrar.
Pero, al final, pasó de largo, no hubo investigación, la Federación Mexicana de Futbol (FMF) siguió su accionar y sin chistar apoyó la elección de Estados Unidos como sede principal de un mundial y se toma la píldora de tener solo 10 partidos y no hablemos de la inauguración que aún no se define en dónde se realizará.
Y como segundo punto tenemos la declaración de Sunil Gulati, presidente de la Federación Estadounidense de Futbol al momento de presentar la candidatura conjunta. En dicha presentación, Gulati mencionó que el Presidente Donald Trump apoyaba la candidatura y fue quien pidió que México fuera parte del Mundial, sede compartida, esa sede compartida con solo 10 partidos.
Esto es un movimiento político que debía dejar claro quién es el jugador que puede tocarla con la mano, quién es el orquestador, quién decide los cambios, quién es el dueño del balón; quién decide quién juega y quién no. Con esa última declaración, Trump da un golpe con bajo: lo podemos hacer solos, pero les damos 10 juegos, mientras tanto la FMF anunciaba con bombo y platillo esos 10 juegos.

La cifra estimada de ganancia para el anfitrión es de 500 millones de dólares; por otro lado, también se estima una reactivación económica en todos los sectores del 0.7 hasta el 2 por ciento. Ya se mencionó el aspecto turístico que impacta más en los partidos de eliminación por ser los más vistosos y el negocio del 2026 será todavía más redondo, pues contará con 48 naciones como invitadas, dieciséis más de lo que se viene haciendo. Tomemos en cuenta que las cifras mostradas y estimadas que presento son en con participación de 32 naciones. Hagamos cuentas.
La política se encuentra en este deporte y el Mundial del 2026 puede ser un ejemplo; también serbios y albaneses lo pueden confirmar, seguidores del Barcelona también, turcos y griegos cuando llegan a jugar pueden alzar la mano e intentar dar su opinión. La afición del Borussia Dortmund que vio cómo su equipo fue víctima de un atentado hace unos días pueden decirlo y muchos ejemplos que no caben aquí pueden confirmarlo: la política impacta y va de la mano con el futbol.
No es que el futbol sea malo o sea parte del sistema, el punto es lograr ver la interacción y la relación con el futbol y la cultura, la política y la sociedad de donde es parte.