¿POR QUÉ FIESTA? ¿POR QUÉ DEL LIBRO? Y ¿POR QUÉ DE LA ROSA?
- José Eduardo Guerra
- 30 abr 2017
- 4 Min. de lectura

Desde el año 2009 la UNAM, a través de su Coordinación de Difusión Cultural, organiza la “Fiesta del Libro y la Rosa” como parte de las actividades encaminadas a promover la lectura y la escritura entre propios y ajenos a la comunidad universitaria dentro del marco del “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”. Se trata de una fecha instituida por la UNESCO en 1995 para hacer conciencia de las deficiencias que en materia de acceso a los libros como herramienta cultural existe alrededor del mundo.
Un eslogan dice más que mil palabras
Con un antecedente directo como la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, la nueva Fiesta tuvo desde su origen el objetivo de ofrecer una nueva plataforma de difusión y promoción de material de lectura dirigido a un público general. Sin embargo, ¿cómo habría que darle a este evento un sello característico? ¿Cómo hacer que no fuera percibido como “una feria del libro más”? ¿A través de un eslogan? Se tomó entonces la decisión de sustituir el título de “Feria” por el de “Fiesta”, del Libro porque cada 23 de abril se conmemora a nivel mundial el fallecimiento de dos pilares de la Literatura Universal: Cervantes (sepultado un 23 de abril de 1616) y Shakespeare (muerto ese mismo año); finalmente, de la Rosa en total consonancia con la manera de celebrar este día en Cataluña, España.
Pero, ¿por qué celebrar el Día Mundial del Libro al más puro estilo catalán? Las razones van desde las más románticas hasta las más fervientemente argumentadas y es que cuando se ideó este evento con la intención de dirigirlo a un público general, las personas de la UNAM encargadas de fraguarlo tuvieron el acierto de unir un eslogan con una idea romántica y además enlazarlo con los motivos institucionales de la UNESCO. En México la institución de este evento coincidió con la re-inauguración de varios recintos del Centro Cultural Universitario y con la reciente costumbre de diversos organismos culturales de importar ideas de otras latitudes; tal es el caso del “Gran Desfile de Día de Muertos” que no se celebraba hasta que una película de la saga de James Bond retratara tal desfile como una “tradición” en la ciudad.

En la Disneylandia del amor.
En Cataluña, la “Diada de Sant Jordi” (Santo Patrono de la región) coincide con las efemérides mundiales en torno al libro; en las provincias de Girona, Tarragona, Lleida y Barcelona es como un segundo día de San Valentín o “del amor y la amistad”. Ese día las parejas de enamorados no intercambian muñecos de peluche o cartas de amor, tampoco llenan el carro o el escritorio del ser amado con “post-its” ni mucho menos regalan dulces, chocolates y objetos en forma de corazón. Desde principios del siglo XX y hasta la fecha subsiste la tradición de que los caballeros regalan rosas a las mujeres (símbolo muy reconocido de romanticismo apasionado pero también del mito de Sant Jordi) y las mujeres regalan libros a sus enamorados (en concordancia con el Día del Libro Español).
El amor es una invención medieval… un cuento de hadas desquiciado.
El mito de Sant Jordi (muy poco tiene que ver con Jorge de Capadocia, el personaje histórico que le corresponde) se desprende de un libro medieval llamado “La leyenda dorada”, una recopilación de relatos sobre vida y obra de los santos cristianos mucho más apegada a los simbolismos y a la ficción que a la realidad. El de Sant Jordi no puede ser más “disneylándico”; de hecho, es considerado como el origen de todos los “cuentos de hadas”: Un joven caballero salva a una princesa de ser devorada por un dragón atravesándolo con su espada, de la sangre derramada por la bestia brota una rosa que será regalada para desposar a la susodicha; finalmente a manera de agradecimiento los súbditos de aquel reino abandonan el paganismo y se convierten al cristianismo. Todo encaja desquiciadamente: la pasión y el romanticismo como estereotipo de todo buen relato o escritor, el mito, los cuentos de hadas, Disneylandia, la fiesta, los libros y las rosas.

Larga vida y prosperidad al libro.
Este tipo de eventos fraguados desde las instituciones culturales tienen como objetivo captar la atención de un público general hacia lo que tradicionalmente se conoce como uno de los objetos y medios culturales más importantes: el libro; ese testimonio escrito de lo que otros vieron, vivieron o experimentaron y que dejan como legado a las generaciones futuras. Los hay de todos los temas, estilos y enfoques; han cautivado, cambiado formas de pensar o actuar, también han llevado a las civilizaciones y sociedades a un desarrollo científico, humanístico, técnico y tecnológico basado en la experiencia de las generaciones previas. Lo cierto es que hoy el libro, su producción y consumo se encuentran en crisis; la noción de permanencia lucha ahora contra el apogeo de lo efímero en internet. ¿Qué es un libro esencialmente? ¿Información? ¿Experiencia? ¿Emociones? ¿Datos?
El reto de las políticas culturales en una época en la que el papel impreso parece convertirse en un objeto de lujo debe redirigirse. La pregunta no debe ser por qué la gente no compra libros, sino cómo consume hoy la gente información, experiencias, emociones y datos. Añadir esto a los eventos culturales determinará su éxito.