"100 Días (de perro) con Trump"
- Hristo Torres
- 27 abr 2017
- 3 Min. de lectura

Seguramente no soy el único que se sorprendió al ver las noticas esta semana y darme cuenta que el sábado Donald Trump cumple 100 días en la presidencia de EEUU. Hubiera jurado que han pasado como 10 años desde su inauguración.
En la política estadounidense, los primeros 100 días de gobierno del mandatario en jefe suelen ser vistos como una especie de prueba o examen, en las que el presidente demuestra su capacidad para lograr resultados y cumplir sus promesas de campaña. Examen que ciertamente está reprobando. Quizás sea por eso que los estadounidenses por fin se están dando cuenta de lo inepto que es Trump.
De acuerdo con FiveThirtySeven, al centésimo día de su gobierno la naranja inflamada a la que los gringos llaman presidente tiene un índice de aprobación de tan sólo 42%, siendo el presidente más impopular desde que se empezó a medir este parámetro hace 70 años. Como punto de comparación, Obama contaba con un índice de aprobación del 60% a esta altura de su mandato, mientras que el de Bill Clinton y los Bush fue de alrededor de 58%.
Y esto no debería sorprendernos, pues la figura de Trump no ha sido sólo una de las más divisivas en la historia de la política estadounidense, sino que como presidente ha sido bastante ineficiente también.
De las muchas promesas de campaña de la estrella de TV, la mayoría siguen pendientes. No ha logrado revocar el Obamacare, el cual prometió desecharía desde el día uno; tampoco ha conseguido imponer su prohibición de la entrada de musulmanes, acto en el que ha fallado no una sino dos veces y de su emblemático muro (que se suponía íbamos a pagar nosotros) no se ha puesto ni el primer ladrillo. De hecho, la inclusión del financiamiento para el muro amenazó con congelar a su gobierno cuando lo incluyó de último momento dentro de su presupuesto federal, siendo rechazado contundentemente por el poder legislativo para prevenir dicha parálisis.
A estas promesas incumplidas se añaden otros tantos tropiezos, como la renuncia de Michael Flynn como Asesor de Seguridad Nacional a raíz de los numerosos escándalos sobre los vínculos entre Trump y sus allegados con el gobierno de Vladimir Putin, así como los conflictos de interés que se han generado cuando el bebé presidente no se quiso deslindar completamente de sus empresas.
A esto se debe de añadir el nepotismo y la inestabilidad al interior de su gobierno, tanto al interior de la Casa Blanca como en el Capitolio.
Que haya lucha de poderes por la atención del presidente entre su yerno Jared Kushner y su estratega en jefe Steve Bannon ya debería ser suficiente, pero que Trump luche también con el Presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y sea incapaz de pasar acuerdos con mayoría de su partido en ambas cámaras ya es más patético que el Cruz Azul haciéndose una limpia.
En contraste, sus logros son apenas unos cuantos. De hecho, solamente logré contar tres. El primero sería la revocación del Acuerdo a Asociación Transpacífico, o TPP por sus siglas en inglés, al cual el empresario se opuso desde que inició su campaña. El segundo sería la ratificación de su nominado a la Corte Suprema de Justicia, Neil Gorsuch, pero de nuevo, con mayoría en ambas cámaras no es la gran hazaña. El último, y mi favorito, es la revitalización de los late shows. Desde que Trump arribara a la Oficina Oval comediantes como Stephen Colbert, John Oliver, Trevor Noah y Seth Meyers –sin olvidar Saturday Night Live- han contado con un flujo constante de material para sus programas, logrando carcajadas y haciendo más tolerable esta tragicomedia a la que llamamos política estadounidense a la vez que lanzan acertadas críticas al gobierno de la peluca más famosa del mundo.
Al final, si bien no es que Trump haya resultado inofensivo, creo que muchos hemos venido a recordar un antiguo refrán, pues llegamos a alarmarnos más de lo debido esperando una dolorosa mordida, cuando en realidad sólo han sido ladridos. Por supuesto que no hay que bajar la guardia y relajarse, aunque pienso que deberíamos dejar de tratar al chihuahua como pitbull.