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"EL EVANGELIO SEGÚN JODOROWSKY"

  • José Eduardo Guerra D.
  • 10 abr 2017
  • 6 Min. de lectura

Adentrarse en la prolífica obra artística de Alejandro Jodorowsky es como dar un salto mortal hacia un mundo creativo complejo, contradictorio, apasionante y cerrado a la indiferencia o a posturas neutras. Se trata de un personaje que él mismo ha forjado tenazmente y que no ha dejado de causar polémica entre sus simpatizantes y detractores a lo largo de siete décadas de una ininterrumpida carrera artística que ha ejercido desde las artes escénicas, las artes plásticas, la literatura y el cine. Como buen actor, fiel a representar los matices dramáticos de la vida, ha tenido momentos de gloria, sobreexposición y reconocimiento, pero también de opacidad, persecución, silencio y reflexión. Su vida y obra son como un filme que cuando uno cree comenzar a entender, ocurre algo en el guión que nos expone a la emoción de la incertidumbre.


El joven errante


Alejandro es alguien descreído de todo dogma o impostura. No es que siempre haya tenido la intención de ser políticamente incorrecto sino la convicción de que el escándalo crea aversiones pero también audiencia y si se tiene algo importante que decir o dar a conocer es indispensable un público. Nacido en Chile en 1929, hijo de migrantes de origen ucraniano y de tradición religiosa judía, su familia buscaba en Sudamérica la oportunidad de formar un hogar que en su país natal se les había negado por las constantes políticas antisemitas; una especie de xenofobia y etnofobia que serían el caldo de cultivo para el Holocausto.


Judío en un país católico, de rasgos eslavos en un entorno cultural latino y con una ferviente vocación artística dentro de una familia dedicada al comercio, no tuvo más remedio que emigrar para el resto de su vida: emigrar de países, ideologías y políticas. Como artista siempre ha sido extra-territorial; más allá de las fronteras físicas pero sobre todo de las que él considera arbitrariamente morales.

"Silencio… Nada es lo que parece, todo es una ilusión."


Tras una breve carrera como marionetista y actor de pantomima en Santiago de Chile, emigra a París a principios de la década de los 50 para adentrarse en el universo cultural europeo y formarse en el arte dramático al lado de figuras como el filósofo Gaston Bachelard y los actores Étienne Decroux y Marcel Marceau. A la sombra de las giras mundiales del gran Marceau, el joven Alejandro gestaba los rasgos característicos de su futura obra: la expresión y transmisión de ideas, sentimientos o emociones más allá de lo verbal y de la palabra escrita.


Ya en Chile había dirigido sus primeras obras de teatro “efímeras” en sintonía con el concepto de “happening”: aquel tipo de arte inasible, imposible de meter en un aparador, museo o vitrina; aquel que se da en la interacción directa con el público en un tiempo y lugar determinado. De su época como estudiante en La Sorbona destaca su ópera prima en el cine “La corbata o el intercambio de cabezas” de 1957, un cortometraje en el que ya se vislumbra su estilo mordaz cargado de ironía abordando el complejo tema de los estereotipos de belleza utilizando únicamente el lenguaje de la mímica.



México: el país moralista que odia a los intelectuales porque no se bañan

En París conoció a personajes destacados de un surrealismo en declive pero a la llegada del maestro Marceau y su compañía a México en 1959, Alejandro encontró un campo fértil para fundar un neo-surrealismo en aquella ciudad que comenzaba a bullir, un movimiento que no podía estar más acorde con la época y los años de ruptura de la ilusión del “Milagro Mexicano” y que desembocaría en el convulso 1968. A lo largo de los años sesenta y principios de los setenta Alejandro hizo en México cuanto acto u obra transgresora pudo, que aunque a ojos ajenos pareciera lo contrario, desarrolló bajo una férrea disciplina, trabajo constante y su característico carisma que lo llevó a relacionarse con figuras claves de la cultura mexicana que lo impulsaron a difundir un claro discurso antimoralista por el que fue blanco de críticas y amenazas hacia su persona o trabajo.


En una de sus “Fábulas pánicas” o viñetas para el periódico Heraldo de México retrató el absurdo moralismo mexicano plagado de estereotipos, clasismo, y falsa inocencia como un personaje que odia a los intelectuales porque no se bañan (de pureza). Dos obras de teatro escritas y dirigidas por él mismo (“Zaratustra” y “El juego que todos jugamos” de 1970) además de una película (“Fando y Lis” de 1968) terminarían por opacar la figura del “mimo Alejandro” para dar paso a la consagración de “Jodorowsky” el artista iconoclasta.


Jodorowsky o cómo aprendí a no preocuparme y amar la violencia

La fórmula del éxito de su obra fílmica es sencilla y peligrosa: El morbo reside en el observador así que se le debe atraer por esa debilidad para terminar haciéndole reconocer su absurdo moralismo; naturalmente el morboso al sentirse descubierto reacciona con enojo y no tardará en armar el escándalo necesario para atraer un mayor público.


La obra artística de Jodorowsky está plagada del recurso del escándalo no como fin sino como medio para lograr transmitir su discurso: teatralizar la violencia a sabiendas de que en la mente del espectador se evoca una violencia real, con todo detalle y crueldad. En todo momento reconoce y representa al ser humano como ser pasional, imperfecto, diverso, caprichoso e inasible.


Sus recursos cinematográficos son bastante originales para la época: una cuidadosa elección de locaciones en sintonía con el ambiente onírico que se pretende generar a lo largo de la trama, planos fílmicos detalladamente tratados en cuanto a encuadre, vestuario, color y fotografía además de guiones sin “lógica de continuidad” pero con lógica de discurso: la catarsis como medio para revelar las implicaciones (buenas o malas) de un ser humano libre de prejuicios.



Luces, cámara y acción


Entonces los prejuicios no son más que juicios arbitrarios y quienes “se liberan” de ellos no necesariamente serán mejores o peores personas. La trascendencia de las películas de Jodorowsky no radica en el escándalo sino en la incertidumbre a la que nos exponen.


“El Topo” de 1970 y “La Montaña sagrada” de 1973 son dos obras que llevan el arte fílmico al extremo: un caos de signos, símbolos y simbolismos que encontraron tantas interpretaciones como público alrededor del mundo; todos los que las vieron las entendieron a su manera sin que llegara a haber consenso sobre las verdaderas intenciones de aquellas tramas absurdas. De belleza perceptible pero discurso nulo para algunos o de belleza cuestionable pero trasfondo ético para otros. Ambas posturas son igual de válidas ante estos filmes que colocaron a su director en la cúspide del reconocimiento.


Y como después de la cúspide todo es cuesta abajo, el éxito le pasó la factura, el mega-proyecto “Duna” nunca vio la luz y no volvió a dirigir genuinamente hasta 1989 con “Santa Sangre”, un ensayo visual sobre la discapacidad emocional de la sociedad contemporánea. Tras otra gran pausa volvió al séptimo arte hasta la segunda década del siglo XXI con “La Danza de la Realidad” de 2013 y “Poesía sin fin” de 2016, ambas de corte autobiográfico y ensalzadas con el estilo retacado de simbolismos, polémico, barroco y estrambótico del cineasta de los setenta.



La autoayuda en los tiempos de Twitter


¿Qué fue de Jodorowsky después del 1973? Abandonó México y el mundo del cine ese mismo año después de que el gobierno de Luis Echeverría lo amenazara de muerte al considerar su filme “La Montaña Sagrada” como una obra escandalosa y anarquista. A más de cuatro décadas del lanzamiento de dicho filme considerado ahora como “de culto”, su director no ha parado de explorar otros medios de expresión artística. Próximo a llegar a su décima década de vida, ha incursionado también en el teatro, las artes gráficas, la literatura e incluso en la psicología bajo una teoría pseudo-científica pero también pseudo-mágica que considera al arte como un medio para la catarsis y el ejercicio de la libertad. Podríamos decir que él es un pseudo-cineasta creador de pseudo-películas con un pseudo-contenido, pseudo-belleza y pseudo-discurso dirigido a un pseudo-público que vive inmerso en una pseudo-sociedad que cada vez requiere menos pseudo-certezas para evitar estancarse. Finalmente, si se llegara a afirmar que él es un pseudo-artista se le estaría haciendo el mejor de los homenajes porque su trayectoria ha sido una lucha encarnizada contra juicios y prejuicios lógicos, éticos y estéticos.



“Zoom-back cámara”


Al final de “La Montaña Sagrada”, cuando uno cree que los personajes están a punto de culminar su travesía hacia una especie de “iluminación” acompañados de un “maestro”, éste se desprende del vestuario y revela a un Alejandro ataviado con las prendas del staff cinematográfico; el discurso final que pronuncia no es más que su manifiesto artístico:


“Les prometí el gran secreto y no los decepcionaré.

¿Acaso es el fin de la aventura?

No.

Nada tiene un fin.

Buscamos los secretos de la inmortalidad para ser como dioses

y ¿qué somos?

Mortales.

Más humanos que nunca.

Si en nuestra travesía no hemos obtenido la inmortalidad,

al menos hemos obtenido la realidad.

Comenzamos una fábula

y terminamos en la vida real.

Pero,

¿es ésta vida la realidad?

¡No!

¡Esto es una película!

-¡Zoom-back cámara!-

(Se abre la toma que revela a todo el staff y la utilería del filme)

Somos imágenes,

sueños,

fotografías.

¡No deberíamos estar aquí!

¡Prisioneros!

Deberíamos romper la ilusión.

La vida real nos espera.”

 

IMÁGENES:

  1. Fotograma de “La danza de la realidad”. Dir. A. Jodorowsky (Francia-Chile. 2013)

  2. Fotograma de “La corbata”. Dir. A. Jodorowsky (Francia. 1957)

  3. “Fábula pánica No. 88”. Viñeta publicada en el suplemento cultural de El Heraldo de México. (1969)

  4. Fotograma de “La Montaña Sagrada”. Dir. A. Jodorowsky (México-EEUU. 1973)

  5. Fotograma final de “La Montaña Sagrada”. Dir. A. Jodorowsky (México-EEUU. 1973)

VIDEO:

Música: "CANTARES" ©Joan Manuel Serrat Cataluña (España). 1969 para "Dedicado a Antonio Machado, poeta". Letra: Antonio Machado para el poemario "Campos de Castilla" España, 1912. Arreglo y voces: Comunicaciones Horizonte. Chile, 2003. Remezcla y edición: José Eduardo Guerra D. Imágenes tomadas de: EL TOPO ©1970. México-E.E.U. Dir. ALEJANDRO JODOROWSKY.

 
 
 

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