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"Clinton y Trump: la reforma fiscal"

  • Carlos Cortés
  • 21 oct 2016
  • 2 Min. de lectura


El sistema fiscal de los Estados Unidos busca, como cualquier otro sistema fiscal, que los ciudadanos y personas residentes paguen impuestos federales, estatales y locales. Estos pagos son medidos en su mayoría por la Tasa de Impuestos Marginales (TIM), mientras que la Cuota Tributaria individual determina incrementos a medida que los ingresos ascienden.


Este sistema tendrá diversos cambios dependiendo del candidato que ocupe la silla presidencial. El norteamericano promedio espera que la parte más rica del país pague su parte justa en impuestos, la cual de por sí ya es reducida al desglosar donaciones, ahorros del retiro e hipotecas deducibles de impuestos. Por supuesto que cada candidato tiene visiones diferentes sobre cómo implementar estos cambios.


Por un lado, Trump planea reducir la TIM, incrementar las cantidades de deducción estándar, revocar las excepciones personales, limitar deducciones desglosadas y permitir a las compañías elegir entre gastar en nuevas inversiones y no deducir gastos financieros. Sus propuestas podrían cortar impuestos en todos los niveles de ingreso, beneficiando a aquellos hogares con un alto ingreso, al pagar aún menos. Los ingresos federales caerían 6.2 billones de dólares en la primera década, mientras la deuda federal aumentaría a 7.2 billones de dólares en el mismo período, y a 20.9 billones de dólares para el 2036.


Por su parte, las propuestas fiscales de Clinton son incrementar los impuestos de los contribuyentes de alto ingreso, incrementar el crédito fiscal por hijo, modificar la fiscalización de las corporaciones multinacionales, reformar los impuestos sobre las plusvalías e incrementar impuestos estatales y donaciones. Sus propuestas podrían incrementar la recaudación en 1.4 billones de dólares en la próxima década, mientras la mayor parte de los aumentos en impuestos pueden caer en los contribuyentes de alto ingreso, aunque se reducirían los incentivos al trabajo, al ahorro y a la inversión. Además, el código tributario sería más complicado.


En la batalla fiscal todo es válido, mientras Trump busca facilitar las ganancias de las empresas, un camino al déficit público al apostar por beneficios al sector privado, mientras Hillary apuesta por aumentar los impuestos de los más ricos, en búsqueda de una mayor recaudación, aunque este sector tiene las posibilidades de contar con especialistas para fraccionar sus ingresos. Recordemos que estos se pueden gravar a diferentes tasas y disminuir la cantidad a pagar.


Las propuestas están en la mesa. El veredicto en el aspecto fiscal es que mientras que Trump apuesta por el apoyo de las empresas tratando de fomentar la inversión y la permanencia de los capitales privados en el país, Clinton busca el apoyo popular y la solvencia del Estado a largo plazo. Cabría esperar que los más ricos asuman con responsabilidad sus obligaciones, aunque históricamente sea escasa su voluntad.

 
 
 

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