"AFGANIZACIÓN SIRIA"
- Héctor Balmaceda
- 13 oct 2016
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Han transcurrido seis años desde que las insurrecciones en Oriente Próximo desencadenaron una serie de movimientos a los que se les nombró como la Primavera Árabe. Los medios de comunicación tradicionales se encargaron de equiparar estas insurrecciones con las Revoluciones de Colores de la década de los noventa.
Lo cierto es que esto no ha sucedido, toda vez que las Revoluciones de Colores dotaron de atisbos de democracia allá donde se originaron, pero la Primavera Árabe sólo dejó sentir sus efectos positivos en Túnez.
Bahréin, Egipto, Libia y Siria son algunos ejemplos del fracaso por deponer a los dirigentes de la cúpula del poder en el Maghreb y en el Mashrek, pues el status quo de violencia se mantiene en estos Estados; incluso en Egipto, el cual era una de las entidades más estables de África Septentrional, cayó en la militarización de su sistema político.
La situación en grave y sufre un impasse, pues las cantidades de decesos ha superado con creces las cifras de una región proclive a la violencia y a la inestabilidad, sin mencionar los refugiados y los desplazados [internos] que han tenido que huir de su terruño.
La guerra civil siria tiene sus raíces en el descontento popular por una minoría religiosa entronizada, como lo es la dinastía al-Assad, quienes siendo alauíes (una vertiente del islam chií), reinan con una suerte de monarquía en un Estado con mayoría sunní.
El etnonacionalismo es otro factor que ha recrudecido la guerra civil siria, pues los kurdos son la minoría étnica más vilipendiada, históricamente, y a la que se le ha intentado asimilar a toda costa. Es así que los kurdos han aprovechado la guerra civil para reivindicar su posición en Siria y buscar su tan deseado secesionismo.
Otro factor a tomar en cuenta es el Ejército Libre Sirio (ELS), cuyos militantes y milicianos están [des]organizados en facciones que no solo luchan contra el ejército profesional sirio (las fuerzas armadas), sino también contra los milicianos de Estado Islámico (EI o ISIS, en inglés) y entre ellos mismos.
Retomando al clan al-Assad, hay que adentrarse en el entramado histórico del making nation process de los Estados del Levante Mediterráneo, para conocer cómo es que llegaron al poder en Siria; clan respaldado por potencias periféricas para mantener al Estado sirio en la esfera de influencia de Rusia, Irán y de Turquía.
Los Assad son pieza clave para darle resolución a la guerra civil, ya que deponerlos es el auténtico objetivo de la guerra, pero eso degeneraría en el recrudecimiento del conflicto; un interregnum no parece favorable en un panorama en el cual fuerzas domésticas pujan por cambiar la realidad nacional, así como fuerzas extranjeras que buscan posicionarse para seguir influyendo o influir en Siria.
Cooperar con los Assad en materia diplomática tampoco parece una óptima resolución para la guerra, pues de igual forma, se complicaría al ayudar indirectamente al enquistamiento del clan en el trono sirio.
A los ya distorsionados y complicados escenarios de la guerra civil sira, se le suma el EI, grupo subversivo que opera en gran parte de Oriente Medio, con el adalid de establecer un califato en y con las tierras donde impera el islam.
Este grupo autodenominado islamista, no es otro que un grupo terrorista financiado por potencias (sobre todo occidentales) que, con base en el terrorismo y la destrucción del legado arquitectónico busca mantener la anomia.
Washington, Moscú, Riad, Tel Aviv, Teherán y Bruselas son otros actores que deben tomarse en consideración para logar comprender el juego de poder que supone la guerra civil siria, una guerra que se ha regionalizado y se ha internacionalizado, logrando colarse como un punto constantemente pendiente en la agenda de la Política Internacional.
En el marco de la invasión soviética a Afganistán, dicho Estado fue sumergido en una vorágine de fuerzas y de violencia, de confrontación de voluntades y destrucción, de choque de intereses y del rompimiento del tejido social; convirtiendo a Afganistán en una tierra de nadie que conocemos hoy en día.
A Afganistán se le considera terreno fangoso en cuestiones diplomáticas y la Historia ha mostrado y comprobado que dicho territorio debe llevar el nombre que le caracteriza: la Tumba de los Imperios, pues han sido muchos quienes han intentado imponerse en Afganistán sin lograr más que derramamientos de sangre.
Algo similar ocurre ahora con Siria; las circunstancias se parecen, los actores reinciden en su accionar y reaccionar, se antoja que la espiral decadente tiene patrones coinciden. Es así como podríamos sondear a Siria en un intento por esbozar une breve descripción del programa de esta puesta en escena bélica.
Con el presente texto, y para finalizar, pretendo iniciar una serie que describa y explique con análisis ligeros y serios, el cómo y el porqué del deterioro de uno de los Estados más emblemáticos de Oriente Medio.