"El país sin futuro"
- Adán de la Cruz
- 12 oct 2016
- 3 Min. de lectura

No es de sorprendernos el camino que ha tomado Haití. Es el caso perfecto, en el siglo XX y XXI, del “colapso” que habla Jared Diamond. De ser la luz a finales del siglo XVIII inaugurando el ciclo de las independencias de América, de iniciar como un Estado en resistencia, anticolonial y antiesclavista, y que fuera gracias a la fuerza de varios ilustrados aquella nación que marcara el hito en la redefinición de la concepción de libertad en Occidente, la que llegó a ser llamada “La Perla de las Antillas” es hoy el país más pobre del hemisferio y el país con el peor índice de desarrollo humano.
Haití, la nación de “La Española”, nos viene a recordar que los desastres no tienen nada de naturales, sino que son la suma de construcciones sociales que, esas sí, son desastrosas. Desastres políticos, sociales, económicos y ambientales han convertido en este país en uno de los más atrasados del planeta.
La “tradición” de gobiernos inestables (valga decir que antes del huracán Matthew vivían una ‘tormenta política’) marcados por la corrupción ha permeado en todas las índoles; así, el país ha vivido con servicios públicos mínimos, escasa infraestructura, graves problemas de salud, así como localidades sin agua, luz ni escuelas. Todo esto se multiplica por la alta densidad en la isla, por lo que, en total, se tienen todos los ingredientes para aumentar las condiciones de vulnerabilidad, así como la aparición y propagación de conflictos sociales.
Haití venía a cuentagotas de reponerse del sismo de enero del 2010. Ese devastador fenómeno magnitud 7.0 que arrasó con el país y sus instituciones. La forma en cómo se atendió el problema en la comunidad internacional y los mecanismos de ayuda humanitaria fueron desastrosos. Era un país fallido.
Sin embargo, el país que no pudo levantar infraestructura suficiente, que no fue capaz de combatir el cólera que se propagó (y hay que sumarle todas las enfermedades ocasionadas por vectores) y que no es capaz de administrar los recursos, vive al borde de su supervivencia una vez más.

Un total de 300 mil personas murieron en el 2010 tras el sismo. Ahora, tras el paso del huracán Matthew, se estima que cerca de mil murieron. Por lo tanto, Haití vuelve a ponerse en el foco del desastre, en la necesidad de encontrar apoyo de la comunidad internacional. Pero vuelve a encontrarse nuevos fantasmas, resurgen los problemas (como la rapiña, la delincuencia organizada que acapara la ayuda humanitaria, las violaciones a mujeres y muchos otros másdificultades) y parece ser que hay menos soluciones.
Las crisis acentúan la aparición de conflictos; los desastres forman parte de las sociedades cuando hay problemas que no se resolvieron cuando se conformaron las mismas sociedades. El problema en Haití nunca fue el sismo, y no es ahora el paso del huracán: estos solo han empeorado el de por sí sombrío panorama de dicha nación.
Los verdaderos problemas de Haití son la pobreza, la desigual distribución del ingreso, la falta de servicios básicos, los altos niveles de delincuencia, el analfabetismo, el hacinamiento en las cárceles, el frágil sistema político y judicial, una mala urbanización y la aparición de zonas marginadas, que además permiten deforestación extrema, erosión del suelo y pérdida de recursos como el agua. Además, la falta de infraestructura muestra la debilidad del Estado, y sumada a la inestabilidad política, Haití se ha convertido en un país que difícilmente podrá ver salida a un mejor futuro.
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