"EL METRO, INDISPENSABLE E INSUFRIBLE"
- José Eduardo Guerra
- 12 oct 2016
- 4 Min. de lectura

Desde 1969, el Sistema de Transporte Colectivo Metro, conocido en otros países como tren metropolitano de transporte de pasajeros, opera tanto en la Ciudad de México como en sus inmediaciones a través de una red en continuo crecimiento desde su inauguración hasta la década presente.
La icónica imagen del convoy naranja representa a una de las infraestructuras más indispensables de la ciudad ya que su enorme red está conformada actualmente por doce líneas, veinticuatro terminales o “paraderos” y casi doscientas estaciones. Este transporte público fue uno de los proyectos clave para modernizar a la pujante Ciudad de México de finales de la década de los sesenta, aunado a otros macroproyectos como la construcción de infraestructura educativa y de salud, así como la creación de los ejes y circuitos viales que configuran hoy la estructura de esta megalópolis en la que cohabitan veintidos millones de personas.
Condensador de espacio y catalizador de tiempo
El reto para una ciudad que concentra un volumen de población como el de la Zona Metropolitana del Valle de México radica en su capacidad de ofrecer los beneficios urbanos básicos: suministro de agua, recolección de residuos, oferta de servicios educativos y de salud así como el acceso a lugares de abasto de mercancías, bienes muebles o inmuebles y la oferta de espacios recreativos para el esparcimiento, el desarrollo físico y la cultura. Lamentablemente, la distribución de dichos beneficios no es uniforme en ésta ni en ninguna otra ciudad ya que es inherente a todo proceso de urbanización la marcada diferencia de zonas urbanas por diveros motivos: grado de marginación, oferta de servicios o nivel socioeconómico de la población. En general, el transporte público y en particular el metro es un medio para disminuir dichas diferencias porque en él confluyen personas de distintas condiciones sociales con destinos tan disímiles como sus puntos de origen: gracias a este sistema uno puede abordar en la zona ejidal de Tláhuac y aparecer en la cosmopolita zona de la Avenida Insurgentes Sur en cuestión de una hora. Pero el ahorro de tiempo tiene su precio y los usuarios lo pagan a diario cediendo espacio vital o de confort entre empujones, estampidas y tumultos.
Fresco olor a Metro
Combinar un lapso del día de alto tránsito u “hora pico” con una estación de intersección entre dos o más líneas, llamado también “trasbordo” o con una de las veinticuatro terminales de autobuses, microbuses y vagonetas que se encuentran en los destinos de cada una de las doce líneas, representa una vorágine de acontecimientos dificilmente digerible para el foráneo. El ambiente, los sonidos, los empujones, el estrés, la búsqueda de los accesos entre el “changarrizado” entorno de cualquier estación, la angustiosa carrera a contratiempo entre la partida de un convoy y la llegada de otro. En cualquier caso se trata situaciones que todos los usuarios viven pero que silenciosamente aceptan mientras el metro los haga llegar a su destino dentro de esta enorme metrópoli.
En la Ciudad de México las estaciones, los andenes y las inmediaciones del Metro se resisten a ser simples lugares de transito para configurar verdaderos ambientes que dotan de identidad a la capital mexicana: los puestos ambulantes de de tacos, antojitos, refrescos y demás enseres para el largo y sinuoso viaje, el vendedor o “vagonero” de oferta variada: piratería, accesorios electrónicos, libros y hasta el “bonito regalo para el niño o la niña” y que constantemente es acosado por la vigilancia para impedirle “hacer su agosto” (ganar dinero) si no coopera con una “mochada” (derecho de piso o más bien dercho de andén y vagón).
El metro es funte de empleo formal y no formal, refugio u hostilidad dependiendo de nuestra situación social, económica y hasta de género.

“Secretos candentes del Metro” (a modo de “verbo” o pregón de “vagonero”)
Es el nombre de la nota más viral de un conocido medio digital de noticias que le contiene: las implicaciones sociales de género en el espacio público; le muestra cómo el comportamiento políticamente correcto e incorrecto no es ajeno a este medio de transporte; le detalla crónicas de acoso a usuarios sin importar su sexo, raza, religión, condición socioeconómica o preferencia sexual; le presenta historias de sexo casual, violencia, robo y delincuencia organizada infiltrada dentro de las instalaciones y el personal de tan popular medio de traslado. Todos los detalles sobre “La cajita feliz”, “El vagón de los hombres solos”, y otras leyendas como “El aparecido de la estación Pino Suárez”, “Quién se murió en la Barranca del Muerto” o “Qué pasa con tu cuerpo si te suicidas en el metro”. Disponible en el buscador de internet de su preferencia o por cinco pesos en taquilla si desea vivir la experiencia “en carne propia”.
Planes a futuro
Siete millones de usuarios se despalzan entre la indiferencia y la tolerancia diariamente en el Sistema de Transporte Colectivo Metro, el quinto en extensión a nivel mundial y el tercero en capacidad de atención a usuarios. Se trata de un gran reto que pese a disputas políticas o urbanas seguirá creciendo y ofreciendo servicios a zonas de la ciudad cada vez más alejadas.

Esto aunque no mitiga sustancialmente las enormes diferencias sociales de quienes cohabitan en la ciudad, sí los dota de un servicio que los puede conectar fácilmente con centros de trabajo, zonas de esparcimiento o recreación. En un futuro próximo se espera extender la línea que llega al municipio de La Paz hasta Chalco en el Estado de México además de conectar el sistema a otros medios de transporte como el Tren Interurbano México-Toluca o a nuevas líneas de metrobús que es el medio de transporte destinado a desahogar el siempre congestionado Metro.