"ANÉCDOTAS Y PERSONAJES EN EL PANTEÓN DE SAN FERNANDO"
- Miguel Ángel Méndez
- 8 oct 2016
- 3 Min. de lectura

En las rutas que podemos hacer, luego de caminar por el Centro Histórico y sus calles que guardan un sinnúmero de historias, leyendas y por supuesto lugares que se encuentran integrados a la antología de la Historia, la Arquitectura y la memoria colectiva, localizamos uno de los espacios, que increíblemente, aún sobreviven, pero para las nuevas generaciones es desconocido y para otros, pasa desapercibido por la zona, la ubicación y claro, su naturaleza.
Nos referimos al Panteón de San Fernando y a los personajes, que en pleno corazón de la delegación Cuauhtémoc, aún se encuentran sepultados y casi en el olvido.
San Fernando, bautizado en honor al Rey de Castilla, Fernando III, se convirtió en una capilla en la que giran un gran número de historias como, por ejemplo, es el lugar donde se encontraban sepultados el virrey Matías Gálvez y su hijo que tuvieron entre algunas obras la edificación de lo que hoy conocemos como el Castillo de Chapultepec.

Años después, frente a esta capilla se construyó uno de los primeros panteones civiles, que durante el siglo XIX albergó (y aun continua) personajes relevantes de episodios históricos como la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa, el Segundo Imperio, y por supuesto, el Porfiriato.
La historia de San Fernando, de acuerdo a Emilio Herrera Arce, “fue destinado para sepultar a los monjes que fallecían, se amplió debido a las epidemias de viruela en 1779 y de cólera en 1835. Fue catalogado como el panteón más caro de la ciudad y también selectivo hasta que en 1833, el General Antonio López de Santa Anna decretó que los cementerios privados se abrieran al público”.
Los sismos que ha padecido la Ciudad de México provocaron que, años después, la capilla fuera demolida y posteriormente por los nuevos caminos necesarios, en el siglo XX, se abriera alrededor de este espacio, la Avenida Guerrero y su cruce con Puente de Alvarado. En 2006, el gobierno del entonces Distrito Federal publicó en su gaceta oficial el acuerdo por el que se crea el “Museo Panteón de San Fernando” debido a la relevancia que tiene en la historia de nuestro país.
Cuando llegas de visita a este museo, puedes apreciar primeramente cómo desde la entrada se genera un espacio con paz y tranquilidad que continua durante el todo nuestro recorrido.
Una de las primeras cosas que encontraremos en este panteón es una tumba aislada de todas las demás construida con piedra de cantera y que llama la atención por su tamaño. Este sepulcro perteneció al General Miguel Miramón, quien fuera presidente interino durante la Guerra de Reforma, a mitad del siglo XIX, y fue fusilado junto con Tomas Mejía y Maximiliano de Habsburgo. Este personaje ya no se encuentra en San Fernando debido a que su familia no permitió que sus restos estuvieran en el mismo lugar en el que esta sepultada la persona que ordenó su muerte, nos referimos a Benito Juárez.
Al caminar por los pasillos, localizamos una serie de tumbas sobre la pared y en ellas un mensaje en el suelo que dice: “Aquí duermen los angelitos…hablad bajo no los despertéis” el cual nos señala el espacio donde encontraremos a los niños y niñas que murieron como consecuencia del gran número de epidemias que tuvieron lugar en el siglo XIX, algunas con mensajes emotivos por parte de sus padres y otros únicamente con el nombre, pero todas a punto de desaparecer por el paso de los años.
Tras explorar pudimos encontrar tumbas de algunos personajes como Martín Carrera, Tomas Mejía, Ignacio Comonfort, Francisco Zarco, Vicente Guerrero. Un dato interesante es que los restos de Zaragoza y Comonfort ya no se encuentran en San Fernando, ya que ambos fueron llevados a su tierra natal, Puebla. Otro aspecto característico son algunos sepulcros con símbolos masones y judíos.
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Sin embargo, la punta de lanza de todo nuestro recorrido es, probablemente, el poder observar el lugar de descanso que contiene los restos del así llamado Benemérito de la Américas, Benito Juárez junto con los de su esposa, Margarita Maza y sus hijos Antonio, José María, María Guadalupe, Amada y Francisca.
En la parte final del recorrido, cruzaremos sobre un espacio que la Secretaria de Cultura destina a los eventos que lleva a cabo el museo, tales como conciertos, presentaciones de libros y charlas. Sin embargo, ese espacio que también pertenece al panteón fue diseñado desde sus inicos como parte de la fosa común y destinada a persona que morían durante las batallas o debido a una enfermedad y que no contaban con los recursos para llevar a cabo un funeral.
Esperemos que este museo-panteón pueda obtener más que reconocimientos, un apoyo por parte de las autoridades de la Ciudad de México, para que no se permita más un deterioro de las tumbas que ahí alberga y del significado histórico que representa.
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