"LAMENTABLE IRONÍA"
- Melissa Castillo
- 4 oct 2016
- 2 Min. de lectura

El pasado sábado 24 de septiembre se reunieron en el Ángel de la Independencia cientos de personas a favor y en contra de las familias diversas y el matrimonio igualitario, una vez más la Ciudad de México fue partícipe de la gran composición de ideologías y creencias enarboladas por sus propios ciudadanos.
Si bien la libertad de expresión nos permite enaltecer nuestra opinión con el fin de generar un cambio, como diría Emmanuel Kant en su ensayo La Paz Perpetua, “la injusticia cometida se ejerce únicamente en el sentido de que no respetan el concepto del derecho, único principio posible de la paz perpetua.” Con esta frase me permito afirmar que cual sea tu preferencia sexual, sigues siendo parte de una sociedad civil y como cualquier otro mereces un reconocimiento inapelable de tus derechos.
El Artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala lo siguiente: “I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, el criterio que orientará a dicha educación se mantendrá por completo ajeno a cualquier doctrina religiosa y basado en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.”
Pareciera que el argumento más fuerte de la Arquidiócesis es lo que la Biblia expresa y para suerte de todos los que no somos católicos o los que somos de la comunidad LGTB, el Estado y la Iglesia, ya se separaron hace muchos años.
Independientemente de cuán grande o pequeña es la población no heterosexual en México (un poco más de dos millones y medio), se vale abogar por el reconocimiento de sus ideales y hacerlos participes de la sociedad por el simple hecho de estar latentes y con mayor razón si éstos no incurren a terceros.
Desaparezcamos el ideal de que el amor y el matrimonio (que no son lo mismo) son propios de una pareja conformada únicamente por un hombre y una mujer, aprendamos el valor de la tolerancia, porque de ahí es donde parte la convivencia.
Otorguemos la oportunidad a nuestra juventud de poseer preceptos libres de prejuicios.
Permitamos que nuestro prójimo decida a quien amar y con quien gozar de su sexualidad.
En 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) excluyó la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud, dejando entre ver la obviedad que una preferencia diferente a la del resto no forma parte de un hecho austero y/o reprobable. Como sociedad nos tiende a incomodar cualquier modificación, estamos tan aferrados a una preconstrucción social que por lo regular no tendemos a preguntarnos la razón de nuestros actos, vivimos bajo la línea patronal de la costumbre, resistiéndonos al cambio; conozcamos más allá de lo que nos dicen, no permitamos que la ignorancia nos domine.
Es lamentable que los pocos derechos que nos está otorgando el Estado sean erradicados por el mismo pueblo, una ironía política, una lamentable ironía política.