"Colombia: el triunfo del miedo"
- Metrópoli Digital
- 3 oct 2016
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En imagen: Una simpatizante del acuerdo de paz firmado entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC llora mientras sigue en una pantalla gigante el domingo 2 de octubre de 2016 en Bogotá, Colombia, los resultados del plebiscito en el que se impuso el "no" al pacto firmado una semana atrás.Foto de The Associated Press/ Ariana Cubillos.
Pedir la opinión del pueblo sobre una negociación en la que el pueblo no mostraba consenso tendrá siempre consecuencias que ponen en riesgo la misma negociación. El día de ayer Colombia salió a expresarse en un plebiscito y mostró, con resultados muy divididos y donde imperó la abstención, su rechazo a los acuerdos llevados entre su gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El 50.21 por ciento se manifestó por el No, ante un 49.78 que se manifestó por Sí (menos de 60 mil votos de diferencia), con una participación del 37.37 por ciento.
Los colombianos rechazaron una reforma rural integral (con la creación de un Fondo de Tierras distribuidas gratuitamente), la participación de los exguerrilleros en política, el alto al fuego y a hostilidades bilaterales y definitivas, una propuesta de solución al problema del cultivo y trasiego de drogas, una propuesta de solución de resarcimiento a las personas afectadas por el conflicto armado y la generación de mecanismos de implementación y verificación de paz.
Hoy los defensores del “sí” viven una derrota. Por el otro lado, los que se mostraron tras el “No” (encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, quien incluso señaló que el acuerdo tenía “un diablo escondido”), están más fuertes que nunca y buscarán este bono para implantar una nueva propuesta al acuerdo nacional con la guerrilla, que también los apuntale de cara a las elecciones presidenciales de 2018.
Esta división del país provocará que impere la incertidumbre tras la consulta. Parece ser que nadie se planteó, tras lo mediático que fue el acuerdo de negociación, qué pasaría si venciera el “no”. Ahora tendrán que venir nuevas negociaciones y con un mayor peso de los detractores del acuerdo. Además viene un desprestigio internacional para el gobierno encabezado por el presidente Juan Manuel Santos, quien se valió de países vecinos y de las propias Naciones Unidas para articular este acuerdo.
Las opiniones igualmente están encontradas. Los que se han pronunciado por el “Sí” ahora se preguntan cómo fue posible que se rechazara un acuerdo, negociado durante cuatro años, que pondría fin al conflicto armado de más de medio siglo. Los que ahora están contentos con los resultados están conformes porque ‘no se premió’ a los guerrilleros con escaños políticos y, pese a no saber qué pasará con ellos –mismos que tendrán que regresar a la clandestinidad de sus campamentos-, las heridas aún siguen muy abiertas y que es mejor alcanzar la paz por otros medios.
En el experimento de consulta a la sociedad triunfó el miedo. Expertos locales lo señalaron como el ‘gran elector’ en el plebiscito. Ahora, moralmente, las negociaciones parecerán regresar a casi tres décadas atrás, al inicio de las negociaciones con las FARC.
El pueblo colombiano demostró que es difícil que la violencia y el terror se olviden tan fácilmente; sobre todo si tienen la oportunidad de decidir. Esta vez triunfó el “No”, pero eso no es muestra de algo más significativo y más importante: que todos los colombianos, sin importar su opinión en el plebiscito, tienen la convicción de que la vida y la paz tienen siempre que imperar.
La paz va más allá de un “Sí” o un “No”. La paz imperfecta siempre es mejor a la continuación de la guerra.