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"Redes sociales: un arma de doble filo"

  • Patricio Patiño
  • 23 ago 2016
  • 4 Min. de lectura

Potencia


La gran ventaja de las redes sociales sigue siendo su capacidad de interconectar personas a pesar del tiempo y el espacio. En segundos puedes hacer llegar tu mensaje a la persona que quieras, siempre y cuando tus destinatarios acepten tu contacto.


Es por esta invaluable cualidad que las redes sociales (sobre todo Twitter, Facebook y Whatsapp) ya han sido protagonistas en asuntos de relevancia política y social. Han servido como una plataforma de organización y planeación para sus usuarios. Hablando en términos más generales, sitios de interacción con este diseño permiten que las personas se organicen en grupos de afinidad.


Quizá hace falta decir que las redes sociales adquieren su máximo poder cuando las personas llevan al mundo físico esta confluencia de valores y objetivos. Por medio de las redes se acuerdan acciones, una vez que se les pone fecha y lugar, las personas tienen la posibilidad de participar de la interacción humana en el mundo físico (a veces también al interior del mundo virtual) con personas con las que han construido algo en común.


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En este sentido, las redes sociales potencian nuestras capacidades humanas. Nos permiten hacernos más fuertes y felices a través del contacto y cooperación con otros como nosotros.


Quizás sea por esta razón que hoy la vida social para una persona promedio de la ciudad sea impensable sin hacerse presente en el mundo virtual. Por medio de esta presencia, las personas somos capaces de organizar a nuestros conocidos en distintos grupos: amigos, familia, colegas, compañeros de trabajo, un grupo de pasatiempos, etcétera, y tenerlos a la mano para entablar pronta comunicación.


Pero ¿qué tan grandes y ambiciosas pueden ser las acciones que se apoyen de las redes sociales? No es lo mismo planear un paseo dominical en bicicleta que convocar a la toma subversiva de alguna sede oficial, o quedar para una breve sesión de estudios a distancia. Esta última parte quizá dependa mayormente de lo que sucede fuera de las redes sociales, en la interacción física tradicional. Dicho en pocas palabras, de nuestras habilidades de planeación y concreción.


Afección


Sin embargo, se sabe que un uso constante y prolongado de las redes sociales está asociado con cuadros depresivos, trastornos del sueño, baja autoestima y otras afecciones vinculadas a la soledad y la neurosis.


Las redes sociales son también una ventana a la envidia y la tristeza, a ver las vidas de los demás con ojos incorrectos. Casi instintivamente comenzamos a compararnos con nuestros conocidos, pensando que quizás nos falte ese ostentoso abrigo, ese escultural cuerpo o esa codiciada compañía, por mencionar algunos ejemplos.


Este no es más que el inicio de un círculo vicioso muy común. Cada vez más nos esforzamos en mostrar que nuestras vidas son perfectas, en generar la mejor de las poses. Una mentira agotadora.


Las cosas que nos suceden comienzan a filtrarse por medio de una cámara, con ella las transmitimos a nuestros perfiles digitales. Vivimos el momento, pero sobre todo queremos dejar huella de él.


La obsesión con este tipo de conductas puede llevar a las personas hasta el fingimiento, la exageración o incluso el engaño más inmoral. Nuestras existencias comienzan a enajenarse, nuestra vida se parte en dos.

El riesgo de quedar esclavizado por la imagen que se desea mantener, y la tensión que esta genera con lo que realmente sucede en nuestras vidas (presumiblemente vidas normales, a veces aburridas, poco emocionantes; a veces con altibajos, momentos tristes y felices) nos estresa de a poco. El círculo se ve completo porque nuestros conocidos pasan por lo mismo.


Si eres como la mayoría, al menos verás tus redes una vez al día (que seguramente son muchas veces), y en ese rápido examen estarás expuesto a lo que los demás quieren que veas de ellos mismos. Todo lo mejor logrado, aquello que más los enorgullece, las actividades más exclusivas de las que son partícipes, se encuentran ahí con regularidad. Pero tienes que estar completamente seguro, ellos están jugando el mismo juego que tú.


Todos nos sentimos igual mirando las redes, todos podemos pensar que el de al lado tiene eso que nos falta a nosotros. Por la sencilla razón de que nadie tiene todo en la vida; dicho de otro modo, el ser humano siempre es capaz de desear más de lo que está a su alcance.


No es descabellado plantear que la correlación se encuentra aquí. Este uso de las redes nos pone tristes y nos hace impotentes. Mientras deseamos lo que no tenemos también perdemos la capacidad de hacer cosas grandiosas. Mientras más nos comparamos con otros, menos valor nos otorgamos. Cuanto más contemplamos lo que sucede en las vidas de los demás, menos estamos haciendo con las nuestras. Y cuanto más queremos exhibir lo que nos pasa, es probable que le estemos prestando menos atención, que lo estemos disfrutando menos.


Dicho sea de paso, es quizá por esta razón que las redes sociales son un gran vehículo para el contenido ligero. Videos cortos, memes, imágenes, pequeños cartoncitos. Todos necesitamos un poco de humor para controlar nuestra ansiedad de adictos al internet. Algo que nos recuerde que no debemos tomar las interacciones virtuales tan en serio: sólo son un medio.

 
 
 

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