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"El Licenciado Enrique"

  • Metrópoli Digital
  • 22 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

El presidente mexicano es indiscutiblemente una figura impresentable. Desde la cumbre de mandatarios de Norteamérica, donde sus pares de Estados Unidos y Canadá lo trataron con indiferencia (por decir lo menos), se notaba el desprestigio internacional que su errático y sucio ejercicio del poder le estaba cosechando. No es producto de la casualidad, es un desprecio ganado a pulso.


Una tras otra, desde aquellas memorables pifias en la Feria del Libro y en la Universidad Iberoamericana, las crisis no han dejado de golpear al mandatario (entonces candidato a la presidencia, en 2012). Ayotzinapa, Nochixtlán, Tanhuato, ni una sola situación importante ha sido resuelta. Ni una palabra desde Presidencia que pueda brindar confianza y certidumbre a los mexicanos. Pura insistencia en la "razón" de Estado.



Ni hablar de los escándalos de corrupción, que no son pocos. Desde los conflictos de interés más cínicos, hasta su presuntamente velado vínculo con los gobernadores estatales más opacos del sexenio (el nuevo PRI). ¿Será que vale la pena hacer mención de los grupos empresariales nacionales y transnacionales que coquetean con el Licenciado Peña a través de contratos celebrados en lo oscurito, con negociaciones presumiblemente ajenas al interés nacional y con lodosos cabildeos de los que apenas conocemos lo que se asoma a través del trabajo periodístico de alto riesgo?


¿Será que vale la pena recordar la entrevista con un programador colombiano que aseguraba haber fraguado prácticas fraudulentas a favor de don Enrique durante su campaña? Si traemos todo esto a colación es porque es necesario tener presente de qué clase de hombre estamos hablando.


Este mismo Peña Nieto, que con la frialdad más desconcertante declara lo mismo sobre la muerte de su ex esposa que sobre el uso de la fuerza en Atenco, tiene todavía a su disposición las riendas del país.


No obstante, en tanto líder del príismo, y de acuerdo a los viejos usos y costumbres de su instituto político, máxima figura nacional; este hombrecillo sigue amasando la complicidad de amplios sectores del país, aunque afortunadamente en franca minoría.


Si nuestra sociedad no viviera cotidianamente al borde del colapso, en total neurosis a causa del terror del narcotráfico (muchas veces indistinguible del Estado), y completamente habituada a sobrevivir las prácticas más ruines y deshonestas, hace mucho que la justicia hubiese fustigado a un hombre de tan bajos estándares.


Quizá es por eso que a nadie sorprende el incómodo reportaje que ha asestado a nuestro mandatario el equipo de la periodista Carmen Aristegui; no hablamos del que nos daba detalles sobre la Casa Blanca, hablamos del que nos devela la figura del Licenciado Peña Nieto como un vil copión.


Como no parece que, en un país como el nuestro, nada de esto baste para llevar a los delincuentes hasta la justicia, esperamos que el panorama mejore para los connacionales que sacamos adelante al país, a pesar del gobierno. Sabemos que mientras este hombre ejerza el poder es un intocable más, un impune que tarde o temprano tendrá que rendir cuentas:


"Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande."

-Juramento presidencial, Artículo 87 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos


Más temprano que tarde, Enrique Peña, tendrás que vértelas con los que, sin miramientos, te pongan un alto. Sea un tribunal, sea tu nación, sean tus enemigos o sea la historia misma.




 
 
 

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