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"Qué tristeza me das, Andrés Manuel"

  • Patricio Patiño
  • 17 ago 2016
  • 2 Min. de lectura


A pesar de que es un hombre francamente presidenciable, Andrés Manuel se esmera en ser uno de los peores líderes que ha visto la izquierda mexicana. Lo más lamentable es que sigue siendo la opción menos perjudicial para un país en nuestras condiciones.


Estoy bien seguro de que somos muchos los que sólo lo apoyamos porque al parecer es considerablemente menos corrupto que el resto de políticos nacionales. Parece estar decidido a hacer un cambio significativo en ese sentido, es un avance que no se puede despreciar. Y es por eso y por su defensa discursiva de cierto tono (que la derecha califica como “populista”) que se erige como un respiro para los mexicanos.


Si sus planes sobre abrir escuelas y hospitales gubernamentales, igual que refinerías, son verdad, parece sumamente prudente apoyarlo en las urnas. Ni hablar del previsible florecimiento y respeto de la libre expresión que hoy brillan por su ausencia.


No obstante, Andrés Manuel ha construido una precampaña a través de constantes declaraciones desafortunadas. Detrás de ellas se alcanza a ver a ese hombre megalómano y resentido que perdió la presidencia en 2006 y 2012: que si dará una amnistía mesiánica para los delincuentes, que no posee ningún bien de lujo, que ahora invoca a Dios por aquí o por allá, sólo por ofrecer algunos ejemplos.



No es novedad que Morena es un partido unipersonal, que AMLO dirige con mano de hierro. En los asuntos importantes sólo su voluntad tiene que verse concretada. Tampoco es novedad su ambigua posición respecto del aborto y el matrimonio homosexual. Por si eso fuera poco, nunca lo hemos visto superar su discurso maniqueísta sobre “la mafia del poder”. Y en tantas oportunidades disponibles, tampoco lo hemos visto debatiendo fuerte con sus adversarios.


No argumenta, nunca lo ha hecho. Este hombre acusa, humilla, señala (a veces con razón). Pero siempre que se ha requerido cautela, estrategia, compromiso e inteligencia de su parte, queda a deber. Sobre Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato y muchas otras tragedias de alto impacto, le han faltado palabras (quizá exceptuando las ocasiones en que ha querido, burdamente, lucrar políticamente con estos y otros movimientos sociales).



No podemos saber si Andrés Manuel se siente completo para ir por la presidencia (nunca confesaría lo contrario), pero parece que la edad ha mermado sus facultades. Ahora ha aprendido a callar un tiempo y a mesurar sus dichos, pero todavía sigue sin hablarle con total honestidad al pueblo. Entre más pasa el tiempo, más parece que quiere que le sigan como a un profeta, anteponiendo la fe a la razón. Cada una de sus palabras parece cada vez más emitida por un hombre senil con complejo de Napoleón, con el cristianismo a flor de piel.


Un líder así para la izquierda debería ser inaceptable. Es un pasivo para su partido y para toda la gente democrática que está en busca de un proyecto de nación donde puedan sumarse. Sin dudas, en 2018 el peor enemigo de Andrés Manuel será el propio Andrés Manuel.

 
 
 

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