"G-20 A LA CHINA"
- Eduardo Tzili Apango
- 15 ago 2016
- 4 Min. de lectura

El 4 y 5 de septiembre del presenta año se llevará a cabo la reunión cumbre del Grupo de los veinte países más industrializados del mundo, mejor conocido como G-20. Este año es especial puesto que la sede será la ciudad de Hangzhou, en China. ¿Por qué es especial?
Hay muchas razones por las cuales podría resaltar la sede del G-20 de este año. De acuerdo con el excelente reportaje del periódico hongkonés South China Morning Post, intitulado “¿Por qué el G-20 es en Hangzhou?”, esta ciudad, capital de la provincia de Zhejiang, denota la quintaesencia de la cultura y el boom económico de China. Es una las siete capitales tradicionales de la antigua China, además de haber sido un hub comercial durante la dinastía Sui (589-617 e.c.) y capital política en la dinastía Song del Sur (960-1279 e.c.). En 2006 fue declarada “Capital mundial del ocio” por la Organización Mundial del Ocio, ya que sus bellos paisajes y su tranquila dinámica urbana la hacen un destino turístico preferido; de hecho, su famoso “Lago del Oeste” ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Actualmente, 10 por ciento de las empresas privadas del país asiático se ubican en esta urbe, aunado a que fue la primera ciudad de Zhejiang en convertirse en una economía totalmente de servicios.

La ciudad y la provincia revisten un significado político, lo cual explica por qué el gobierno chino no quiso organizar la cumbre en Beijing –capital política– o Shanghái –capital económica–, y es que el actual presidente de China, Xi Jinping, fue gobernador y secretario del Partido en Zhejiang entre 2002 y 2007. Además, en los últimos meses, Hangzhou ha sido destino de una cuantiosa inversión en infraestructura urbana y humana, similar a Beijing durante los Juegos Olímpicos en 2008, y cuando pusieron a todos los taxistas a aprender inglés y modales occidentales. En suma, Hangzhou implica un sentido político, económico, cultural y hasta de orgullo para China. Diría el famoso par de cuatrisílabos en chino: 上有天堂,下有苏杭 (shang you tiantang, xia you suhang), “en el cielo está el paraíso, pero en la tierra están Suzhou y Hangzhou”. El poder suave chino en su máxima expresión.
Más allá del significado de la sede, el hecho de que sea en China también reviste especiales implicaciones, sobre todo para las relaciones internacionales contemporáneas. Si bien es la segunda vez que el país asiático resulta ser sede del G-20, siendo la primera en 2005 en Beijing, la reunión cumbre de ahora ocurre entre correlaciones muy dinámicas en los asuntos globales. Asuntos como el llamado Brexit, las tensiones en el Este asiático, y el fortalecimiento del Estado Islámico Daesh –cuyos varios análisis se pueden consultar en el portal de Metrópoli Digital–, inter alia, se discutirán en la cumbre del G-20 este año.
No solo lo anterior, sino también que el G-20 2016 podría pasar a la historia como uno de los episodios clave que marcaron el futuro liderazgo internacional de China. Aunque anteriormente el país asiático no había expresado, de manera tan notoria, intenciones de liderazgo global, el mensaje de bienvenida de Xi Jinping enfatiza el deseo de China de ya convertirse en un líder mundial y no solo de los países en desarrollo.
Para esto, China ha propuesto como tema del G-20 “Hacia una economía mundial innovadora, fortalecida, interconectada e inclusiva”. Cada una de las palabras en dicho tema alude a la agenda que Beijing intentará cumplir en la reunión de este septiembre. Por ello, vale la pena referirse a las implicaciones de cada de estas ideas.
“Hacia una economía mundial innovadora”. “Innovación” ha sido un concepto clave en los últimos años al interior de China. De hecho, el gobierno chino ha impulsado una ideología “innovacionista” para que la población lleve a cabo ideas tendientes a la innovación en todos los ámbitos; desde la tecnología hasta la gobernanza. Es interesante, sin embargo, que esta noción se encuentre en un punto medio entre statu quo y revolución. Así, el gobierno en Beijing se asegura de que haya cambios, pero no tan radicales como para suponer una amenaza. Esta idea también implica que China no quiere un cambio de sistema económico mundial –mismo que le ha beneficiado enormemente–, sino cambios en el sistema para mejorarlo.
Lo anterior también tiene que ver con una “economía fortalecida”. A ojos de China, la economía mundial capitalista es una economía golpeada por los vaivenes de sus imperfecciones; una economía débil. Por ello, hay que fortalecerla; no sustituirla, sino mejorarla.
Para los estudiosos de las relaciones internacionales, es importante observar que China llama por una economía “interconectada”, y no tanto “interdependiente”. De acuerdo con los teóricos de la Interdependencia Compleja, esta idea implica que las partes mutuamente dependientes son de manera tal que cualquier acción es un actor que repercutirá, inevitablemente, en las acciones del otro. Aunado a esto, la interdependencia también significa que los costos de abandonar la relación interdependiente resultarán mayores que los beneficios. En chino, “interconectividad” se dice liandong, lo cual también significa “vínculos”. “Interdependencia” se dice xianghu yicun, lo cual traducido literalmente es “dependencia mutua”. En pocas palabras, para China una economía mundial no debe promover la dependencia mutua, sino única y exclusivamente vínculos sólidos que no afecten la dinámica interna de los Estados.

Por último, una economía “inclusiva” abarca todas las esferas de toma de decisiones y políticas públicas globales. La proliferación de instituciones asiáticas no es sinónimo de abandono de instituciones mundiales más tradicionales, como el Banco Mundial. Al contrario, es una crítica de la falta de inclusión de estas instituciones, por lo que China espera poder promover la inclusión, tanto en las organizaciones regionales que ha promovido, como en las organizaciones mundiales.
El G-20 “a la China” dará mucho de qué hablar en los tiempos venideros; resulta ser un formidable obstáculo y ambicioso proyecto para catapultar el liderazgo chino.