"LA DUALIDAD DE LA REALIDAD: TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD EN NIÑOS DE EDU
- Melissa Castillo
- 11 ago 2016
- 6 Min. de lectura

Los primeros años de nuestra vida son el engrane primordial de nuestro desenlace como adolescentes y adultos, ya que somos una reconstrucción de la observación directa, los recuerdos infantiles y las interpretaciones descifradas en nuestra primera etapa de vida. Tal como señaló Freud alguna vez "El pequeño mundo de la niñez con su entorno familiar es un modelo del mundo. Cuanto más intensamente le forma el carácter la familia, el niño se adaptará mejor al mundo."
Basta cumplir 4 años de edad para incorporarnos oficial y obligatoriamente a un orden social, siendo partícipes de un sistema educativo y de nuestra obvia colaboración en comunidad. ¿Qué sucede cuando somos incapaces de adaptarnos al entorno que nos rodea? Por ende, ello termina interrumpiendo la etapa básica y cognitiva de los posteriores años de nuestra vida.
Ismael Colonia Las Flores, Estado de México.
Ismael no era un niño como cualquier otro, aunque pareciera que su vida llevara un ritmo normal. Acudía al jardín de niños Fray Bartolomé de las Casas, ubicado en Ciudad Nezahualcóyotl; era un niño amigable, inteligente y de buen sentido del humor, a sus 5 años era capaz de comprender problemas complejos e incluso ayudar a sus prójimos a entenderlos. Todas las mañanas su mamá lo llevaba a la escuela al punto de las 8:45 am, le daba un beso en la frente y agitaba su mano despidiéndolo hasta su regreso, el cual no tardaría demasiado, ya que nuevamente a las 11 de la mañana Israel debía volver a casa sin haber concluido por completo su estancia escolar.
A la edad de 3 años, y como causa de un accidente inesperado, se vieron en la necesidad de insertarle un catéter en el costado izquierdo del pecho, el cual, al despojarlo de su pequeño cuerpo, quedó gradualmente incrustado a milímetros de su corazón, lo cual lo había hecho candidato a una cirugía a corazón abierto a la edad de 6 años y, sobre todo, a una decena de limitaciones físicas.
A pesar de que Israel era un niño muy educado, había un problema que le impedía ser tan tranquilo como se le recomendaba en beneficio de su salud, a la edad de 4 años había sido detectado con TDA-H (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), haciendo la tarea doblemente difícil para su familia y la docente con la que convivía.
-Ismael, bájate de la mesa, te vas a lastimar-, repetía la maestra con voz firme. -Rosa, te hablan en la dirección. - Dame la mano, Ismael, no te voy a dejar solo en el salón.
Ismael pertenecía a una familia acomodada, en la que se podría decir que no existían limitaciones. Su madre había acordado con la institución educativa llevar un comprobante del tratamiento psicológico y psiquiátrico con la condición de atenderlo como un estudiante más.
De algún modo era fácil, tomaba su medicamento con regularidad, suministrado por el Seguro Social de sus padres, su desempeño escolar era correcto, asistía al Instituto Nacional de Cardiología y a excepción de que todos los días al punto de las 11 am tenía que despedirse de sus compañeros (evitando las actividades prácticas posteriores), todo lo demás marchaba normal. El TDA-H le era una condición de vida, no un impedimento de la misma.

En el año de 1854, por primera vez en la psicología humana, un médico alemán llamado Heinrich Hoffmann sembró su atención en lo que actualmente conocemos como déficit de atención; desde aquel entonces muchos autores han estudiado este síndrome hasta llegar a la conclusión de verlo no como un daño cerebral, sino como una disfunción.
En México, actualmente el 12 por ciento del total de la población, según datos de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, padece TDA-H (Síndrome de Déficit de Atención e Hiperactividad), padecimiento de por vida que suele aparecer entre los tres y cuatro años, de tal forma que, desde que cursan preescolar, quienes lo padecen tienen problemas de aprendizaje y adaptabilidad.
Generalmente se presentan grados inapropiados de inatención, hiperactividad e impulsividad, seguidos por una dificultad para seguir instrucciones. En la infancia (0 a 4 años) se hacen notorios síntomas como ansiedad y tensión, seguidos de hábitos nerviosos y demanda de atención excesiva; en la niñez media (4 a 8 años) hay un descontrol de autoridad aunado a bajo rendimiento académico, por lo que el niño deberá ser referido a evaluación psicopedagógica para determinar sus necesidades educativas.
Laura Colonia Virgencitas, Estado de México.
Siempre distraída, perdida entre el mar de alumnos en el aula educativa; los ojos pensativos, la mente, sin duda, en otra parte. Todos sus compañeros inmiscuidos en las actividades diarias le notaban distante y extraña. Laura no hacia sus tareas, ni mucho menos comprendía lo que la profesora explicaba, Laura no mostraba ningún interés, y por ende, no era muy sociable en su salón de clases, incluso mostraba de vez en vez conductas agresivas que la alejaban aún más de sus compañeros de aula.
Para mantener el hogar, su madre había encontrado un trabajo que se acomodaba a sus necesidades en la tienda departamental Elektra, de la cual provenía gran parte de los ingresos del hogar, ya que el padre de familia dedicaba su tiempo a ingerir sustancias nocivas en cuanto se lo permitiera la ocasión; era una familia grande, Laura era la más pequeña de cuatro hermanos, los cuales anteriormente ya habían sido detectados con TDA-H (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y quienes posteriormente llevaron a cabo un tratamiento deficiente y poco continuo.
El desempeño académico de Laura era consecuencia de numerosas faltas, desde el alimento que ingería hasta la limitación de sus capacidades para realizar las tareas al ritmo de sus compañeros. Cierto día la docente en turno decidió hacer un ejercicio de punteado con ayuda de un punzón y bajo alfombra (ejercicio aplicado a la maduración en el dominio de la escritura). Se escuchaba el picoteo incesante de la punta de metal golpeando al borde de la mesa, la maestra recorría con la mirada cuidadosamente a cada uno de sus alumnos para cerciorar un correcto orden, fue entonces cuando sus ojos llegaron al lugar de Laura, detuvo unos segundo su mirada en ella y vio como la niña dentro de su timidez tomaba el punzón con su mano derecha clavándolo vilmente en la izquierda. –¡No lo dudo, fue a propósito!- repetía la maestra otorgando una explicación frente al padre de familia y la dirección correspondiente.
Laura fue diagnosticada con TDA-H por el Hospital Psiquiátrico “Samuel Ramírez Moreno” a los cinco años, trastorno que le propiciaba tendencias suicidas, agresividad y poca adaptación en su entorno social. La causa era muy clara: consumo de sustancias nocivas durante su engendración. El diagnóstico era claro, la solución poco alcanzable, ya que para una familia grande, de bajos recursos, sin un seguro de salud médica que cubra los gastos, puede resultar difícil la suministración del medicamento correspondiente. Laura tomaba en punto de las 11 de la mañana su medicamento, y cuando lo hacía sin falta, sus actividades escolares y extraescolares transcurrían con el mismo desempeño de cualquier otro niño de su edad. Pese a ello, no siempre era así. Como algunas veces el dinero no alcanzaba para la compra del medicamento, Laura no podía seguir el ritmo de un niño de su edad.
Se pueden llevar a cabo tres tipos de diagnóstico de TDA-H:
Trastorno por déficit de atención con predominio de síntomas de atención
Trastorno por déficit de la atención con predominio de síntomas de hiperactividad-impulsividad
Trastorno por déficit de atención, hiperactividad, tipo combinado.
Dada la diversidad, profundidad y cronicidad de los problemas conductuales asociados al TDA-H, se requiere de la implementación de una gran variedad de tratamientos en diferentes contextos. Existe una gran cantidad de fármacos en el mercado, cada uno actúa sobre el cerebro de una manera diferente y se pueden dividir en dos categorías: estimulantes y antidepresivos. El principal factor para decidirse por un tratamiento farmacológico es la severidad de los síntomas y el grado de incomodidad sufrida por parte del infante, padres y maestros; así como una dosis adecuada al peso del niño, normalmente se requiere de una dosis de metilfenidato de 1 mg por cada kg de peso corporal. Sin embargo, el tratamiento farmacológico no siempre obtiene los resultados esperados, por lo que una cita terapéutica aunada a vitaminas predeterminadas pueden ayudar a disminuir notablemente los signos.