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"ECOS DE LA GUERRA FRÍA EN ESTE ASIÁTICO"

  • Eduardo Tzili Apango
  • 3 ago 2016
  • 4 Min. de lectura

¿Quién dijo que la Guerra Fría ha terminado? Es cierto que la Unión Soviética ya no existe, que Estados Unidos se ha acercado a países otrora enemigos –como Cuba o Vietnam–, y que actualmente existe el Consejo Rusa-OTAN, probablemente inimaginable en otros tiempos. Lo anterior, no obstante, no implica que no continúen tensiones que recuerdan a la era bipolar.

El Este asiático, sí, es una de las regiones de mayor dinamismo económico, pero también es una de las regiones en la que los ecos de la Guerra Fría continúan latentes. El Comunismo como ideología política, más que económica, aún permanece en varios países de la región. La Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ANSEA), que surgió como una organización eminentemente anticomunista, continúa existiendo y consolidándose. Corea del Norte, con toda su pompa comunista, vive anclado en la era bipolar. Japón, Corea del Sur y Filipinas aún son aliados –no socios– de Estados Unidos en la región, país que mantiene importante presencia militar.

A pesar de lo anterior, y paralelo a las tensiones de la era bipolar, los países del Este asiático se involucraron en una dinámica económica tendiente a la integración. El llamado “Modelo del Vuelo de Gansos” –que conceptualiza el fenómeno económico en el que Japón desarrolló su industria de manera tal que sirvió de ejemplo para otros países de la región– impulsó la integración asiática bajo el liderazgo nipón. Sin embargo, dicho liderazgo fue “detenido en seco” cuando Tokio propuso su “Fondo Monetario Asiático” para paliar los efectos de la Crisis Financiera Asiática de 1997, que inició por influencia del Fondo Monetario Internacional y con la devaluación del Bath tailandés, tal como expone Stiglitz en su obra Globalization and its Discontents de 2002.

El desarrollo industrial japonés, seguido por el surgimiento de los llamados “Tigres Asiáticos” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán) y la apertura económica de China son eventos sintomáticos de la tendencia que previamente he descrito. A lo anterior se suma que en la primera década del siglo XXI los países del Este asiático se involucraron en negociaciones para fortalecer e institucionalizar la integración comercial por medio de acuerdos de libre comercio. La Asociación Económica Regional Integral (RCEP por sus siglas en inglés) resulta ser el esfuerzo más acabado en la tendencia ya mencionada.

Si se acepta la premisa de que a mayor interdependencia económica menos tendencia al conflicto, en tanto la interdependencia implicaría que los costos para involucrarse en un conflicto son mayores que sus beneficios (véase Power and Interdependence de Keohane y Nye, de 1977), entonces las tensiones militares en el Este asiático tendrían una tendencia a la baja. Empero, esto no es así.

El 8 de julio de 2016 Estados Unidos y Corea del Sur anunciaron el despliegue del sistema “Terminal de Defensa Aérea de Alta Altitud” (THAAD, por sus siglas en inglés), ante lo cual varios países en la región protestaron. En respuesta a ello, el 30 de julio China publicó videos sobre exitosas pruebas de su sistema antimisiles. El 12 de julio del mismo año la Corte Permanente de Arbitraje en la Haya dio un fallo a favor de Filipinas sobre la situación en el Mar del Sur de China, ante lo cual Beijing protestó e ignoró. Cabe destacar que este conflicto, histórico y geopolítico, ha avivado tensiones regionales en los últimos meses, y amenaza con dividir el consenso que los países de la ANSEA han alcanzado con respecto a ello. El 2 de agosto, Japón publicó su documento oficial intitulado “Defensa de Japón 2016”, en el que subraya el riesgo de la inestabilidad regional a causa del creciente poderío militar chino. Naturalmente, el gobierno en Beijing se mostró insatisfecho ante esta publicación, sobre todo porque toma en cuenta el conflicto del Mar del Este de China, histórico y geopolítico también. El miércoles 3 de agosto de 2016 Corea del Norte disparó un misil balístico que terminó muy cerca de aguas territoriales japonesas, por lo que el gobierno en Tokio y Seúl protestaron... ¿interdependencia económica implica menos conflicto?

¿Por qué a pesar de una profunda interdependencia económica aún existen episodios como los ya expuestos? La respuesta es: Estados Unidos. Decía Umberto Eco en su obra "Construir al Enemigo”, de 2013, que para la autodefinición de una identidad es necesario verse en el otro, pero en un otro “enemigo”, porque esto otorga una identidad “positiva”. En otras palabras, un enemigo brinda y fortalece una identidad. Pero ¿qué pasa si este enemigo no existe? Pues hay que inventarlo.

En muchos sentidos, la Unión Soviética fue un enemigo real para los Estados Unidos, el cual construyó gran parte de su identidad gracias al país euroasiático. No obstante, después de la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos pasó a ser la “hiperpotencia”, y el mundo pasó a vivir en una dinámica unipolar. Esto no otorgó a Estados Unidos una identidad coherente, sólida, fuerte, por lo que la “lucha contra el terrorismo” resultó ser la herramienta ideal para que Estados Unidos se erigiera, de nueva cuenta, como defensor de libertades y promotor de la democracia. Es decir, su identidad se fortaleció o “se alimentó”. No obstante, la guerra contra el terrorismo alcanzó un punto de desgaste que empezó a minar la imagen de Estados Unidos. ¿La solución? Construir otro enemigo. Ese enemigo es China.

A lo anterior se debe que Estados Unidos presione a Filipinas para el asunto del Mar del Sur de China, lo que ha conllevado a desacuerdos al interior de la ANSEA. A lo anterior también se debe que Estados Unidos fortalezca su presencia geopolítica y militar en la zona, sobre todo a raíz del Pivot to Asia propuesto por la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton. A lo anterior se debe incluso la materialización del Tratado Transpacífico (TPP) en respuesta al RCEP.

En suma, los ecos de la Guerra Fría no ocurren de manera espontánea. La creciente interdependencia en la región debió disminuir las tendencias en todos los ámbitos –incluso entre las Coreas se abrió un complejo industrial conjunto, sintomático de una interdependencia bilateral en aumento. No obstante, el factor Estados Unidos mantiene vivos los ecos de una época que ya lleva, supuestamente, casi 30 años de ser enterrada. Cierto es que muchos países asiáticos prefieren que la presencia de Estados Unidos permanezca en la zona, así como muchos otros Estados optarían por un liderazgo chino. Pero la persistencia a construir un enemigo en China para fortalecer la identidad estadunidense promueve tensiones en la zona. Al parecer, Estados Unidos aún necesita de la Guerra Fría.

 
 
 

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