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"El día que conviví con la CNTE"

  • Alberto Ortíz
  • 28 jul 2016
  • 2 Min. de lectura


Con un teléfono, grabadora de voz y un morral –herramientas básicas del periodista del siglo XXI-, emprendí la aventura de vivir la fiesta de la Guelaguetza.

“No vayas, es peligroso”, comentaron algunos conocidos; eso mismo recordé al pasar por las calles de Asunción Nochixtlán, lugar en el que se enfrentaron elementos de la Policía Federal e integrantes de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE) el pasado 19 de junio.

Tras una breve charla con un maestro que autorizó el acceso para llegar a la capital, aún podían verse vidrios rotos y lonas quemadas; cortinas de negocios pintadas con leyendas de repudio a la represión; poca gente en las calles; el camión quemado aún seguía en la avenida principal; autos y tráileres varados en la carretera; maestros boicoteando la única vía que lleva a la ciudad de Oaxaca y otros más vigilando la entrada y salida al pueblo… el ambiente aún era tenso pero con relativa calma.

Esa calma se podría respirar en la ciudad. A pesar de que los maestros tenían tomada la alameda y parte del atrio de la iglesia cercana a la plaza, había gente departiendo alimentos y comprando ropa típica o artesanías. Dicha tranquilidad, incluso, era evidente en las actividades “político-culturales” que programó el magisterio para no dejar pasar la tradición ancestral de la Guelaguetza.


Un convite, conciertos, juegos pirotécnicos y mezcal fueron parte de la celebración que corrió a cargo de la Coordinadora. ¿Y de dónde sacan el dinero para financiar la fiesta?, me pregunté.

Esa incógnita la volví a repetir el día en que la CNTE realizó su Guelaguetza en el nuevo estadio de los Alebrijes dentro del Instituto Tecnológico de Oaxaca. Dos maestras, sin hacerles la pregunta expresa, me respondieron al decir que sólo habían cooperado para poner el templete y uno que otro gasto menor, pues todo lo demás era la gueza que cada comunidad participante aportaba al pueblo para realizar la tradición única del estado. En ese momento comprendí el significado de la frase “dar sin recibir nada a cambio”.

Es cierto que algunas demandas y acciones de la Coordinadora desquician de vez en cuando y que algunos de sus integrantes son radicales o poco tolerantes, ha quedado de manifiesto que aún cuando se está en contra del “sistema”, la cultura, unidad y fiesta prevalecen.

El único peligro –recordando lo dicho por mis conocidos-, no es la CNTE o el lugar, es la pérdida de capacidad para distinguir la realidad de los shows que se muestran en radio y televisión.

Quizá un solo día de convivencia con la Coordinadora no signifique que se comporten así siempre, pero sí tumba prejuicios y mitos que se han construido desde la visión de lo funcionarios públicos y medios de comunicación.

Pese a lo ocurrido en Nochixtlán en días previos, comprobé –con unos mezcales de por medio con ellos-, que los maestros sienten orgullo de ser oaxaqueños.



 
 
 

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