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"La ciudad de los encharcamientos atípicos"

  • Adán de la Cruz
  • 26 jul 2016
  • 2 Min. de lectura


Las recientes lluvias en el Valle de México (especialmente la del 18 de julio en la zona poniente) son parte de la repetitiva problemática que significa el tema de las precipitaciones en la zona más densamente poblada del país.


Diversas delegaciones en la Ciudad de México y municipios se han visto afectados por la importante caída de agua y granizo, por el daño a los sistemas hidráulicos, al desbordamiento de los ríos, y principalmente por las inundaciones y afectaciones a vialidades y hogares.


No obstante, parece ser que los esfuerzos que imprime el gobierno capitalino (y a su vez el que imprime el Estado de México para el área metropolitana) siguen siendo débiles ante la problemática que se enfrenta.


Sin embargo, existen múltiples causas que el gobierno explica como parte del problema: la densidad de población, el agotamiento de los mantos acuíferos que provoca el hundimiento de algunas zonas (y por ello su inundación), así como el cambio climático (que altera el patrón de precipitaciones esperado) y el aumento de la cantidad de basura en las calles señalan son sólo factores problemáticos, donde también se suma el de la infraestructura vieja.


Cabe señalar que el tema de las inundaciones no es exclusivo de una ciudad como la de la capital del país; también existen ciudades importantes en Europa (recordando la más reciente en París, por ejemplo) que han visto colapsados sus sistemas de drenaje y captación de lluvia.


Así, pese a que todos estos factores explicados por las autoridades son ciertos, cierto es también que con respecto al tema de las inundaciones, las autoridades han visto rebasadas en sus capacidades. El gobierno debe aumentar y redoblar los esfuerzos para trabajar en mejor infraestructura, en apoyar labores que permitan captar mejor el agua de lluvia (recargando los mantos acuíferos), así como labores de desazolve y alcantarillado. Estas medidas podrán mejorar la calidad de vida en la ciudad, tomando además en cuenta el cambio en los patrones de la lluvia (donde, producto del cambio climático, parece ser que llueve menos, pero con precipitaciones cada vez mayores).


No obstante, responsabilizar al gobierno por actuar ante las fuertes lluvias no resulta lo más apropiado, mucho menos lo más responsable. El trabajo y concientización que la sociedad debe de hacer ante este fenómeno es vital para que las políticas públicas funcionen.


De nada sirve una política articulada y responsable si la persona no se sensibiliza ante el tema y trabaja por el mejoramiento de las condiciones de su entorno, por desarrollar capacidades de respuesta inmediata y postinundaciones, por cuidar su medio ambiente y evitar el desperdicio de recursos y, sobre todo, por tomar conciencia de que sus emisiones contaminantes y su basura son importantes responsables de la mala calidad de sus servicios ambientales.


Queda mucho por hacer en esta sorprendente ciudad de los “encharcamientos atípicos” y de las “precipitaciones históricas”, pero siempre que se recuerde que los desastres son resultado de las construcciones sociales ineficientes ante algún suceso de orden natural (por lo tanto, no existe como tal “el desastre natural”), se podrá ser responsable en la comunicación y difusión del problema, y su inmediata acción ante ello.

 
 
 

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