"Dar gracias y pedir perdón"
- Adán de la Cruz
- 19 jul 2016
- 3 Min. de lectura
Convencionalismos sociales, mantras, elementos básicos en la formación religiosa e incluso en la didáctica de liderazgo, es bien ponderado las acciones de cortesía como dar las gracias y pedir perdón. Es una de las acciones mejor vistas en la sociedad y uno de las palabras mejor valoradas en las relaciones personales. Sin embargo, ¿todos los perdones son iguales?
Se sabe que el acto de contrición refiere a un arrepentimiento de todo corazón (cuando es sincero) por todo lo malo que se ha hecho y de lo bueno que se ha dejado de hacer; es un acto personal cuando se descubre que se ha ofendido a alguien (o algunos), y sobre todo, que se ha dejado de ser digno del aprecio de los demás (y de algún ser divino, de acuerdo a las creencias religiosas).
Además, en dicho acto está intrínseca la propuesta y promesa de cumplir “una penitencia”, no volver a cometer la falla y procurar una vida más recta. Todo ello para buscar el perdón.

El día de ayer, el gobierno federal hizo el acto de contrición más importante en lo que va de la administración actual: el presidente Enrique Peña Nieto realizó una disculpa pública, en el marco de la promulgación del paquete de leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, por lo que llamó el error y la indignación que se cometió tras una publicación que el periodismo de investigación dio a la luz sobre la denominada “Casa Blanca de las Lomas”, la cual, en palabras del mandatario federal, “afectó la figura presidencial y a su familia”.
Este ha sido la más célebre disculpa pública por un mandatario federal mexicano desde aquel célebre discurso del 1 de diciembre de 1976, ocasión en que el presidente saliente, José López Portillo, entregaba el poder al presidente entrante, Luis Echeverría.
En aquella vez, el discurso de salida hacía mención del más importante problema que tuvo esa administración: la grave situación económica en “la administración de la abundancia”, donde con brío de optimismo señaló “ni hemos perdido todo, ni podemos esperarlo todo de la devaluación (…) A los desposeídos y marginados si algo pudiera pedirles, sería perdón por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración, pero les expreso que todo el país tiene conciencia y vergüenza del rezago y que precisamente por eso nos aliamos para conquistar por el derecho de la justicia”.
Así, ambos mandatarios, el de hace cuatro décadas y el actual, han pedido, luego de sus disculpas, pedir autocrítica, y actuar “con total humildad” pese a lo causado.
Momentos antes de que Peña Nieto emitiera su disculpa pública acompañado de su gabinete y del Congreso de la Unión, desde la Secretaría de la Función Pública, la que tiene como primordial fin vigilar el desempeño de los servidores públicos federales, se efectuaba la renuncia de su titular, Virgilio Andrade, el mismo que desestimó y concluyó que el escándalo de la residencia de las Lomas de Chapultepec no tenía irregularidades en su adquisición, contradiciendo lo que la investigación periodística señalaba.
El presidente Peña Nieto jugó a pedir perdón y gracias. Creyó, para revitalizar el Sistema Nacional Anticorrupción, que con disculparse, tal como indica la costumbre, la sociedad apreciará los buenos modales, la buena educación, y la voluntad y consentimiento para cambiar.
El gobierno federal está jugando a pedir disculpas y agradecer por la paciencia; esta última que es tan finita y tan delgada, que en cualquier momento pasa al descontento y a la desobediencia, misma que ya está ocurriendo. Lejos de que se apreciara la estrategia política para revertir la percepción social de que los distintos órdenes de gobierno en México (desde luego también el titular del Ejecutivo) están permeados, ayudó a reblandecer la solidez gubernamental y desconfiar más de las instituciones.
Podremos decir que deberíamos darle tiempo a que el Sistema Nacional Anticorrupción funcione, pero con este inicio, hay pocos indicios, al menos en el corto plazo, que nos ayuden a pensar que será el revés que la corrupción necesita. Cabría entonces hacernos un par de preguntas: ¿Será que podrá funcionar ese paquete de disposiciones dada la experiencia inmediata con el recién cesado encargado anticorrupción? ¿Será efectivo hacer la anticorrupción en un esquema no se ha visto una figura de peso caer ni por las disposiciones de la ley y la presión social?
El presidente pide perdón y gracias por los males causados, pero seguirá en el puesto, lo cual tendría que ser la primera restitución al mal (y posteriormente un proceso legal en su contra). Pocas esperanzas hay, entonces, de creer que la función pública sea limpiada.