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"UNAM en desacato, país dividido"

  • Patricio Patiño
  • 6 jul 2016
  • 4 Min. de lectura

Es muy probable que si nos preguntáramos cuál es la filiación política de la UNAM jamás obtendríamos una respuesta unívoca. Se trata de una institución tan grande que probablemente sería imposible (sino trivial) encontrar un consenso representativo sobre algo importante.


La última muestra de ello ocurrió no hace mucho, unos días después de la masacre de Nochixtlán, Oaxaca. Mientras que la indignación invadía a una gran cantidad de compatriotas, parecía que al rector Enrique Graue le solicitaban desde arriba permanecer ajeno. Así, más temprano que tarde, se declaró “neutral” en el conflicto entre gobierno y profesores (y con él e intencionalmente, a la UNAM en su totalidad), a pesar de las muertes y detenciones arbitrarias confirmadas el mismo día del conflicto, como consecuencia directa de éste.


No siguieron sus pasos ni el rector del ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México) ni el de la Ibero (Universidad Iberoamericana), dos de las instituciones privadas de educación superior más respetadas del país. Sin embargo, emitieron posicionamientos totalmente disímiles entre sí.


Por un lado, la máxima autoridad del ITAM aprovechó para poner en la mesa que MORENA, el partido que preside Andrés Manuel López Obrador, es un peligro para el país, y que lucra políticamente con el conflicto en torno a la reforma educativa. Del cual, por supuesto, los mayores culpables serían esos maestros revoltosos e indisciplinados que buscan conservar sus privilegios, apoyados por el populista, siempre indecente y hambriento de poder.


En otro tono y tampoco hace mucho, el rector de la Ibero (en Puebla) se dijo más bien preocupado por la crisis de Derechos Humanos que vive el país, evidenciada con cada conflicto mal gestionado por el gobierno.


Creemos que esta vez la crisis queda tristemente ilustrada con la ya referida oleada de abusos de la fuerza por parte del gobierno federal. No debemos olvidar que durante esas mismas agresiones en Nochixtlán (y en un indigesto paralelismo con Ayotzinapa, suceso al que originalmente se refería el rector de la Ibero), se registraron diversos desaparecidos, algunos muertos, y lamentablemente, uso de armas de fuego de alto poder contra civiles desarmados, todo solapado una vez más por la opaca autoridad.



La buena noticia es que esta vez la respuesta social resultó mucho más expedita y enérgica. Con menos de una semana de distancia, miles de alumnos, trabajadores y académicos desconocieron los dichos del Dr. Graue y decidieron conformar la “Asamblea Universitaria con la CNTE” (que al parecer gestiona una página con ese mismo nombre en Facebook). Asamblea que no sólo aglomera a universitarios de la UNAM, sino de otras instituciones como la UAM, UACM y UAEM, conformándose como una nutrida y plural alianza estudiantil de la urbe capital.


Este órgano es quien, de la mano del magisterio local (sobre todo la Sección 9 del SNTE) y de otros estados, y a su vez con el invaluable apoyo de los padres de familia, organizaron los más de cincuenta bloqueos que vivimos durante la mañana del cinco de junio en diversas arterias y salidas de la Ciudad de México. Lo mismo se coordinan acciones en este sentido, que se planea una caravana a Oaxaca, o la toma de escuelas, casetas y gasolineras locales. En suma, se trata de una época bastante ajetreada para el activismo apartidista, para el menos institucional y más contestatario, ese que tiene arraigo considerable al interior de nuestra máxima casa de estudios.


En lo que se interpreta, para ambos lados del conflicto, como una agudización de las diferencias, prospera también la confrontación y la división popular. Es muy obvio que el linchamiento mediático no se ha hecho esperar. Agencias como Televisa, Mileno, Excélsior, El Sol de México y otras afines, no han dejado de golpear la imagen del magisterio. Notas van y vienen respecto de lo irresponsables y flojos que resultan esos que se quejan y afectan a los demás con sus bloqueos. Del terrible desabasto al que han sometido a Oaxaca, de sus corruptos líderes con procesos abiertos. Por supuesto que en desprecio racista y clasista tampoco se ha escatimado.


Por su parte, el apoyo a través de redes sociales y otros espacios más democráticos ha sido copioso y notorio hacia el otro lado; sobre todo en escuelas públicas de todos niveles. De la misma forma, muchos sectores populares (como sindicatos, comerciantes, e incluso médicos) se han estado sumando en la defensa de los maestros, por convencimiento propio. Aquí en la Ciudad, en Monterrey, en Chihuahua, Michoacán, Guerrero y Chiapas, por lo menos.


Desde ahí se ha buscado desmentir en diversas ocasiones la versión del desabasto oaxaqueño, se ha argumentado la necesidad de convulsionar la vida nacional (así lo dicen los más involucrados a la menor provocación) en aras de sentarse a negociar con un gobierno sordo, y se ha señalado la actuación de mala fe por parte de este último. Se ha evidenciado, para variar, su autoritarismo y su nula disposición para el diálogo real.


De esta forma el país se divide entre quienes creen que los profesores tienen la obligación de obedecer a su patrón, que en esencia parece exigir algo justo con la evaluación; y desean normalizar la situación cuanto antes para comenzar a modernizar la educación. Esperando con ello alejarse de las dañinas clausulas sindicales que el gremio imponía, de los privilegios de algunos corruptos y del enorme margen de acción que los liderazgos usaban como chantaje.


Y quienes creen que se trata de una reforma administrativa reaccionaria que busca someter la labor del profesorado a la precariedad. Que busca castrar políticamente al gremio, particularmente a su sección disidente o conflictiva. Estos mismos también argumentan que se trata de una reforma punitiva y sin ninguna planeación real y duradera en beneficio de la educación nacional.


Por supuesto que de ambos bandos los hay genuinamente preocupados por el futuro de los mexicanos más pequeños, pero igualmente los hay preocupados sólo por sus bolsillos y por la situación del gobierno, sea cual sea, para sacar ventaja de ella. Mientras tanto, no parece que el “diálogo” vaya a llevarse con normalidad. Afortunadamente la UNAM no es sólo su rector, ni la educación el secretario, ni la opinión los medios masivos, ni la reforma inamovible.


 
 
 

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