"CARLOS MIJARES BRACHO. ARTE EN CUATRO DIMENSIONES"
- José Eduardo Guerra
- 21 mar 2016
- 4 Min. de lectura

En marzo del 2015 falleció el arquitecto Carlos Mijares Bracho (1930 – 2015), uno de los exponentes más notables de la arquitectura mexicana contemporánea. Además de la gran calidad de su obra, dedicó gran parte de su vida a la formación profesional de nuevas generaciones de arquitectos y desde la docencia logró nutrir el criterio, la cultura y la forma de ver la profesión en sus alumnos. Sus principales enseñanzas se presentan brevemente en este artículo para contribuir a difundir su obra y también para que un público más general pueda conocer las razones por las que una arquitectura de calidad contribuye al desarrollo patrimonial y cultural de nuestra sociedad.
La línea a seguir: trabajo, expresión y experimentación.
Toda obra arquitectónica de calidad lleva implícita una gran carga de oficio, es decir, de voluntad por parte del arquitecto para diseñar una obra que no sólo repita estándares, medidas o se ajuste a las normas vigentes sino que además contribuya a la generación de espacios donde las personas se desenvuelvan con comodidad, ambientes confortables donde la luz natural o artificial sea la adecuada para las distintas actividades, donde el clima que se genere invite a permanecer en los distintos espacios y donde la experiencia del usuario se enriquezca con la creatividad del arquitecto puesta en el diseño de toda la obra. Por otra parte, los profesionistas de este campo no sólo deberían diseñar para un sector privado porque su profesión es clave para fomentar la convivencia e integración social: muchas actividades públicas cotidianas ocurren en escuelas, oficinas, comercios y otros edificios diseñados por arquitectos.
El plano, las imágenes, el marketing y otras mentiras.
Gran parte del trabajo que realizan los arquitectos: planos, dibujos, cálculos e “imágenes fotorrealistas” no son más que herramientas para anticipar lo que va a ser la obra ya construida, en ningún momento las imágenes o las fotos que aparecen en las revistas deben considerarse como arquitectura; son una representación de lo que se espera que sea un edificio pero no son arquitectura hasta que la obra se concreta en la realidad. Resulta muy triste que la mayoría de los medios de comunicación vendan la idea del diseño arquitectónico como un bien de lujo o poco accesible a gran cantidad de personas. Es casi una obligación no dejarse limitar por los recursos financieros: un gran presupuesto no necesariamente va ligado a una obra de calidad así como tampoco el acceso limitado a recursos económicos significa que el trabajo de diseño sea pobre o escueto.
Tres dimensiones necesarias en arquitectura: ver, hacer y ser.
Saber ver la arquitectura implica interesarse por la historia de las ciudades y los edificios, ya que muchas veces su imagen revela información sobre la idiosincrasia y el modo de vida de las personas que los habitaron. Una actividad necesaria es la de recorrer las calles de las ciudades para encontrar aquellos sitios en los que nos sentimos cómodos, emocionados o tranquilos; así como aquellos en los que nos sentimos inseguros, atemorizados o aislados. Es necesario también reconocer los sitios de nuestro entorno que deberían ser replanteados o rediseñados para lograr ciudades más humanas.
Para saber hacer arquitectura es necesario aprender de la experiencia de generaciones pasadas, reconocer el valor artístico, patrimonial y paisajístico de varios sitios que tenemos al alcance: la grandeza de la arquitectura prehispánica, el trabajo detallado en los ornamentos de la arquitectura colonial así como las propuestas que tanto la ingeniería como la arquitectura moderna mexicana han aportado al mundo, un ejemplo sería la noción de proyecto en conjunto en una obra excepcional como Ciudad Universitaria.
Por último, saber ser arquitecto conlleva la humildad aprender el oficio por imitación para posteriormente ser propositivo y creativo. La arquitectura es un arte que implica conocer aspectos técnicos y artísticos; cada obra debería llevar implícito un gran trabajo de reflexión, oficio y profesionalismo demostrado con edificios que, sin afán protagónico, ayuden a integrar a la ciudad y a sus habitantes.
El tiempo.
Tránsitos y demoras (UNAM, México. 2008) es un libro que recopila sus reflexiones y que junto a la serie de videos documentales Recorridos arquitectónicos de México (disponibles en http://recorridosarquitectonicos.org ) y una breve incursión en la literatura con los Cuentos de Alarife (disponibles en http://disonante.mx) conforman el material que Carlos Mijares ha dejado para la posteridad, no sólo para un público experto sino para que el público en general se interese en conocer y apreciar la arquitectura mexicana. El arquitecto siempre consideró que el tiempo es también parte importante en este arte: el paso del tiempo es, a fin de cuentas, lo único que nos puede revelar aquellas obras de arquitectura realmente trascendentes; las ruinas nos hablan de mundos que hoy parecen ajenos pero que en su tiempo fueron tan familiares para las personas que las habitaron, edificios como los templos son un verdadero manifiesto material de los principios éticos y morales que cada cultura persigue, pueden ser lugares cerrados, discretos y acogedores o grandilocuentes, expresivos y protagónicos. Finalmente, un edificio que considera el modo de vida, las costumbres y la manera en que las personas realizan sus actividades será un edificio que perdure por mucho tiempo: la obra de arquitectura no concluye hasta que el usuario la habita, la recorre y vive en ella.
