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"LAS CONSECUENCIAS DE LLAMARTE ÓSCAR"

  • Andrés Sánchez
  • 27 feb 2016
  • 4 Min. de lectura

Ni Luis, ni Pedro, tampoco María: Óscar es el nombre más sonado y codiciado en el mundo cinematográfico. Muchos de niños soñábamos, no con llamarnos así, sino con tener uno en las manos y dar un majestuoso discurso de agradecimiento.

Y cómo no, si los actores, actrices y directores más reconocidos (y mejor pagados) de Hollywood y de otras partes del mundo (los menos); una distinguible y exclusiva alfombra roja, un teatro icónico; glamour, sofisticación y una que otra excentricidad son las piezas medulares y representantes de la entrega de premios que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, los Óscar.

Si lo único que sabes de estos premios es el nombre, te puede ayudar saber que la Academia se estableció en 1927; que de 36 personas que la integraban ha pasado a 6,028 en la actualidad; que la primera entrega se realizó en mayo de 1929, la entrega número 25 en 1953 fue la primera trasmitida por televisión, y la del 66 la primera a color; que la famosa estatuilla dorada antes era de bronce y oro (de yeso durante la II Guerra Mundial) y ahora es de otros metales, y que se llamó Óscar a partir de 1939. Pero más que la estatuilla, es la ceremonia en su conjunto la que año tras año capta la atención.

Una ceremonia que es más que un desfile de vestidos de millones de dólares y adulaciones a obras cinematográficas consideradas las mejores del año; a lo largo de su historia ha puesto las bases para convertirse en un espacio en el que muchos sueñan estar, visto por millones de personas en el mundo, y con gastos millonarios que, sin duda, son nada ante las ganancias aún más millonarias que se obtienen durante y después.

Muchos hacen su agosto en febrero gracias a los Óscar: pensemos tan sólo en los muchos metros de alfombra roja para que desfilen zapatos y zapatillas, de famosos diseñadores, en el pie de estrellas de Hollywood, que son otorgados año tras año por una empresa en especial, Red Carpet System, e instalados por cientos de trabajadores, en su mayoría inmigrantes latinoamericanos (toma eso, Trump); a esto hay que sumarle los muchos dólares que se van en fotografía profesional, sonido, seguridad y limusinas; además, no pasemos por alto la suntuosa comida para cerca de 1,500 invitados exclusivos que tiene lugar después del evento y que es preparada por Sequoia Productions.

De esta forma, las ganancias que se obtienen de este evento superan los 1,600 millones de dólares, en parte gracias a la venta de espacios de publicidad de 30 segundos valuados hasta en más de 1,700 dólares o bien, 70 millones de dólares que te puedes dar el lujo de gastar si eres Coca-Cola, General Motors o MasterCard Internacional.

Por otro lado, además de la clara oportunidad de mercadotecnia, publicidad, y ganancias económicas que representan los Óscar, está la faceta de semillero de un sinfín de anécdotas, reconocimientos, críticas y momentos de gran impacto político y social. Nada raro tras 87 entregas de este reconocimiento y la presencia de personajes de distintas partes del mundo y sectores de la sociedad con diversos ideales. Basta con darle un vistazo a pasadas entregas para encontrarnos con variados momentos que trascendieron y que encontraron en esta ceremonia una plataforma de lucha social, política o para mostrar su inconformidad con la manera de proceder de la Academia.

Cómo olvidar (si eres menor de 20 años quizá no recuerdes algunos) a un Michael Moore que en 2003 recibió el premio a Mejor Documental y en su discurso lanzó una fuerte crítica a la situación política en EE.UU. al decir “Vivimos en tiempos ficticios, con elecciones ficticias, con un presidente ficticio y estamos en una guerra ficticia", finalizando con un “¡Qué vergüenza, Sr. Bush!” que fue minimizado con música de fondo en ascenso y cámaras que, repentinamente, cambiaron de enfoque; o también la ausencia de Marlon Brando en 1972 para recoger su Óscar a Mejor Actor por El Padrino, y, en su lugar, una activista apache llamada Sacheen Littlefeather demostró el rechazo a la estatuilla por el maltrato a los nativos; la indignación por las estatuillas doradas que nunca le fueron otorgadas a un inminente Alfred Hitchcock, pero que “remediaron” con un Premio a la Trayectoria en 1968; entre otros.

Más reciente, ubicamos a Patricia Arquette pronunciándose por la igualdad de derechos y salarios para las mujeres en un emotivo discurso vitoreado por Meryl Streep y Jennifer López; o bien, el comentario de Sean Penn sobre la “Green Card” de Iñárritu en los Óscar 2015 nublado por la proclama de éste por el “gobierno que todos los mexicanos nos merecemos” y que se hizo trending topic en pocos minutos y el saludo a los mexicanos y a los inmigrantes en Estados Unidos… sin duda, un discurso mejor que su película.

Hoy, a pocos días de la entrega número 88, se ha desatado una polémica en torno a una supuesta muestra de racismo por parte de la Academia ante la falta de nominados afroamericanos en las categorías más importantes; comentario al que muchos miembros de la industria cinematográfica se han sumado y, algunos, han agregado falta de inclusión de homosexuales y hasta machismo. Sin duda, es un tema con muchas posiciones y argumentos a defender; pero que quizá es mera y desafortunada coincidencia.

Pero estos son sólo algunos momentos relevantes de los muchos que han sucedido y que sucederán; dicho lo cual, se aclara el panorama de lo que una estatuilla de nombre Óscar representa, y no queda duda de por qué los que se pueden jactar de haber ganado una (en cualquier categoría) cobran hasta 3 veces más que los que no, aunque no sean, necesariamente, más talentosos o mejores intérpretes o realizadores.

Por lo pronto, habrá que esperar la próxima entrega de estos premios el 28 de febrero, con el comediante Chris Rock como anfitrión; The Revenant y Mad Max: furia en la carretera como las más nominadas, ya sea por televisión, en su app “Oscar Movie Awards” o por Twitter con @TheAcademy para ver lo que se suma a esta historia.

Sin contar el nombre, ahora ya sabes más de lo que hay detrás de un “and the Oscar goes to…”.

 
 
 

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