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"ALABADO SEA"

  • Patricio Patiño
  • 10 feb 2016
  • 3 Min. de lectura

Del 12 al 17 de febrero, la ciudad tendrá el dudoso honor de recibir la visita de un personero de culto que hace las veces de jefe de Estado: el Papa. A su vez, el Sumo Pontífice tendrá el dudoso honor de bajar desde su trono, situado en una lujosa fortaleza en el corazón de Roma, hasta las infernales tierras mexicanas.

Podría pensarse que estoy exagerando, que sólo se trata de la visita de un mandatario más con el que queremos lazos estrechos (como cuando Peña fue en nuestro nombre a condecorar al genocida rey de Arabia Saudita). Una prueba de que no es así es que, al margen del Estado laico (supuestamente vigente), se planea darle a Francisco las llaves de la nueva y flamante CDMX. Ahora sí, mejor que nos agarren confesados.

Además es conocido que la mayoría de sus eventos serán religiosos y no “de Estado”: habrá misas, discursos, recorridos a manera de desfile, e incluso “recaudaciones” para cubrir los gastos de su visita, pero eso sí, Su Santidad siempre será acompañado por escoltas gubernamentales. Por si fuera poco, se sabe que en fechas recientes se canalizó dinero público para el mejoramiento de varias iglesias y de ciertas zonas estratégicas; al más puro estilo norcoreano, el objetivo parece ser construir localidades fachada.

Independientemente del valor histórico que provea motivos para hacerse cargo de ciertas construcciones, y de que las inversiones en infraestructura nunca son malas noticias, se nota que lo único que importa a nuestros servidores públicos es no quedar (tan) mal ante Francisco y mostrarle nuestro apoyo incondicional (o vil servilismo, según se vea), incluso económico. Algo mezquino desde varios ángulos.

Basta con peinar levemente el asunto en Google para darse cuenta de que, una vez más, la opacidad, la disfunción y el dolo se insinúan en el actuar de nuestros representantes, cuando no la ignorancia, el prejuicio y el fanatismo. Es una vergüenza, para una República que se precie de ser liberal, verse personificada por una curia de viciosos y corruptos que engordan sus bolsillos gracias a la ignorancia que se esfuerzan por imponer perpetuamente al pueblo. Pues a su costa y en su contra no cesan de contraer alianzas muy cuestionables.

¿Cuándo se ha visto un pueblo beneficiado gracias a un religioso? Es difícil decirlo, por ejemplo, Hidalgo y Morelos eran mucho más liberales y progresistas que varios seculares de su época. ¿Cuándo se ha visto un religioso beneficiado del pueblo? Con mucha mayor frecuencia. ¿A quiénes conviene que el pueblo se acostumbre a seguir dogmas y a creer sin exigir pruebas? ¿A quiénes conviene que las masas crean que está bien ser pobre, sumiso y sufrir? ¿A quiénes conviene consolar a los jodidos con trasmundos?

Una vez más, podría pensarse que estoy exagerando. Me permito recordar que, a pesar de que es un clamor compartido por un pueblo que se reivindica católico, el “Vicario de Cristo” declinó visitar a los familiares de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero, para no “politizar” su visita. Negando con esto una alegría a sus fieles, e incluso un apoyo espiritual necesario, este hombre demuestra que no le interesa demasiado el indefenso y el humilde que con tanta vehemencia (se supone) le ha enseñado a defender su fe. O por lo menos parece interesarse más en mantener las formas institucionales, vamos, su reino sí es de este mundo.

Desde este espacio nos lamentamos gravemente por el solapamiento de figuras oscuras y regresivas por parte de nuestras autoridades (y viceversa). Es parte de un pésimo trabajo de representación de los mexicanos y sus instituciones, pero eso sí, en consonancia con el resto del sexenio. Benito Juárez, Ignacio Comonfort y Sebastián Lerdo de Tejada deben estar retorciéndose en sus tumbas.

 
 
 

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