"MÉXICO 1985: CIUDAD FANTASMA"
- Por José Eduardo Guerra D.
- 19 sept 2015
- 4 Min. de lectura
@edgdehesa
Es un hecho que las ciudades se hacen y reconfiguran en el tiempo de acuerdo con los distintos fenómenos políticos, sociales o económicos a los que se ven sometidas y que forman parte del acontecer cotidiano. Sin embargo, olvidamos que los factores naturales también han influido y seguirán siendo fundamentales en los cambios que experimentan tanto las urbes como las sociedades que habitan en ellas. Es por eso que muchas veces los fenómenos naturales pasan a formar parte de una memoria colectiva que transmite las experiencias pasadas para que las nuevas generaciones afronten sus problemáticas de una manera más informada.
Bastaron solo unos minutos de aquella mañana del 19 de septiembre de 1985 para que la historia de todo un país, y particularmente de la Ciudad de México, diera un giro inesperado en la cotidianeidad para afrontar uno de los fenómenos que más ponen en riesgo a las ciudades asentadas sobre zonas sísmicas de todo el mundo: los terremotos representan para todas estas conglomeraciones el peligro latente de perder en cuestión de minutos su infraestructura, su funcionamiento cotidiano e incluso su población.
Aquella mañana una porción de la Placa Tectónica de Cocos se hundió bajo la Placa Norteamericana frente a las costas de Michoacán y liberó una gran cantidad de energía en forma de ondas sísmicas que se propagaron por gran parte del territorio mexicano; dichas ondas tuvieron las peores implicaciones en la gran urbe que para ese entonces ya era el Distrito Federal. Por si esto fuera poco, gran parte de la ciudad se desarrolló sobre una zona geológica compuesta principalmente de arcillas que tienen su origen en el pasado lacustre de la región. Se trata de un tipo de subsuelo que al recibir los efectos de las ondas sísmicas no solo propagó su energía sino que las amplificó y las volvió más peligrosas cuando tuvieron efecto sobre grandes estructuras y edificios.

En la imagen, una brigada de rescatistas de todo tipo: niños, jóvenes, vecinos y demás.
Fuente: http://www.cultura.df.gob.mx/
Este sismo fue un hecho sin precedentes para una ciudad en constante expansión y construida históricamente bajo los preceptos de la modernidad costeada con el progreso económico del “Milagro Mexicano”, un periodo histórico que había finalizado décadas atrás y cuya época de bonanza se truncó con las constantes crisis por las que atravesó el país. Aquella mañana significó sin duda el fin de la ilusión de la modernidad así como uno de los días más negros por los que haya atravesado la sociedad mexicana.
Hoy el sinnúmero de datos, crónicas e información sobre lo ocurrido hablan por sí solos: 8.1 grados en la Escala de Richter, caos generalizado, sectores de la ciudad intransitables, cortes a las vías de comunicación, derrumbes de estructuras de gran altura y significativos daños a edificios públicos, especialmente los multifamiliares, hospitales, oficinas y otros centros de trabajo cuya destrucción causó un colapso urbano.
Lo peor vino después: la conciencia de lo sucedido, su magnitud y las implicaciones sociales, económicas y políticas que este evento marcaría en el futuro. Miles de personas vieron dañado o perdido para siempre su patrimonio, su centro de trabajo o escuela y, en general, su entorno cotidiano.
Ante tales acontecimientos fue notable la participación de la sociedad civil ante la torpe respuesta que dieron tanto el gobierno federal como local: se improvisaron brigadas de rescate por parte de estudiantes y vecinos para socorrer a quienes habían quedado sin hogar y también a quienes habían quedado sepultados bajo los escombros. Sociedad y gobierno perdieron totalmente su cotidianeidad para enfrentar una crisis de la que tomaría varios años reponerse.

Aqui se puede ver a Plácido Domingo participando en las labores de rescate
Fuente: http://news.urban360.com.mx/245418/placido-domingo-conmemorara-a-victimas-de-los-sismos-de-1985/
Actualmente, subsiste el riesgo de un terremoto de consecuencias catastróficas en gran parte del territorio nacional, pero los hechos del 85 obligaron a reflexionar sobre la necesidad de una cultura de la prevención y la implementación de estrategias de protección civil ante desastres naturales. Los reglamentos de construcción se hicieron más estrictos aunque aún el peso de la corrupción puede dar paso a tragedias que podrían ser evitables.
Los sismos sin duda marcaron un antes y un después en la vida social y en la memoria colectiva de todo el que haya vivido el acontecimiento y sobrevivió para contarlo: no hay nadie en la Ciudad de México que no haya oído hablar de la tragedia sucedida a un familiar, conocido o amigo en aquella fecha. Miles de historias pueblan la memoria de muchas familias: vidas truncadas, sueños derrumbados, proyectos interrumpidos y pérdidas humanas (muchos cuerpos fueron desenterrados de los escombros pero nunca tuvieron un nombre y apellido que los acompañara a la fosa común).
Se trata de un evento trágico que claramente deja experiencias y enseñanzas significativas a quienes sobrevivieron y a quienes aún habitamos la metrópoli: solidaridad, arrojo, valentía, empatía. Aquella fecha, muchos destinos fueron para siempre transformados uniendo a personas que de ninguna otra manera habrían llegado a conocerse; destinos cruzados que pusieron a prueba la capacidad del ser humano para salir de su propia burbuja y ser partícipe en la reconstrucción o resurrección de esto que llamamos Ciudad de México.