"EL NÚMERO 7 EN LA CIENCIA"
- Patricio Patiño
- 5 jun 2015
- 4 Min. de lectura
Por Karen Morgan Espinosa
Parece mágico que, tomando en cuenta lo que nos dice la Biblia, Dios haya creado la Tierra en exactamente 7 días con todo y descanso; ¡Vaya, tenía todo planificado! Siete son también las conmovedoras palabras que su hijo pronunció en el Calvario antes de morir: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen...".
Ahora, la ciencia nos revela el mayor secreto del número 7, algo que bien podría ser el inicio de una nueva era y una nueva aplicación para tratar a las personas que sufren de demencia senil, amnesia, Alzheimer, y otras enfermedades en la memoria de nuestra población.
A lo largo de estos últimos dos siglos se han llevado a cabo investigaciones sobre la memoria. En 1956, George Miller, considerado como uno de los fundadores de la psicología cognitiva, público un artículo, “El mágico número siete, más o menos dos: algunos límites de nuestra capacidad para procesar información". Con él, Miller demostró que las personas pueden retener aproximadamente siete elementos a la vez en la memoria a corto plazo, con una desviación de más menos 2 elementos.
Entendemos como memoria a la capacidad de adquirir, almacenar y recuperar información; información cuyo significado nos permite ser quienes somos gracias a la capacidad de poder recordar aquello que aprendemos. Esto nos da una identidad y en un sentido metafórico, esencia. Pero, el único gran problema que tiene es su rebeldía. No se comporta como nosotros quisiéramos; guarda información que no necesitamos y, casualmente, olvida cosas que nos gustaría recordar.
La función más importante de la memoria es proporcionarnos conocimientos, los cuales nos ayudan a comprender el mundo que vivimos mediante la conservación y reelaboración de recuerdos en función del presente, con más y menos hechos que los realmente vividos; más, porque hay un trabajo de estructuración e interpretación; y menos, por la selección de lo importante y desecho de lo irrelevante, y la actualización segundo a segundo de ideas, planes, habilidades en este mundo cambiante.
Desde entonces se crearon en las ciencias campos especializados en el estudio de la memoria y sus procesos, tales como neurobiología, psicología, las denominadas ciencias cognitivas, historia, literatura, todos ellas centrando su atención en la extensión del conocimiento de la fascinante memoria en relación con el ambiente y rasgos que el hombre posee.

Mediante la neuropsicología, que investiga los mecanismos que convierten la actividad bioquímica de las neuronas en experiencias subjetivas, emociones, recuerdos y pensamientos. El neurocientífico Mikhail Rabinovich, de la Universidad de California en San Diego, y Christian Bick, del Instituto alemán Max Planck, explicaron en un artículo publicado en Physical Review Letters el proceso que llevan a cabo las neuronas cuando se activan para registrar una secuencia de números o palabras, por medio de un modelo matemático donde para cada unidad se activa un grupo de neuronas que inhibe al resto momentáneamente mientras se retiene información, y también mientras se recuerda. Cuando más larga es una frase o una cadena de cifras, más difícil resulta para las células excitadas mantener inactivas a las otras células nerviosas.
Así, cuando queremos embutirnos todo el libro que no abrimos en un semestre un día antes del examen, nuestros recuerdos se vuelven mínimos y nuestro proceso neuronal explotado, lo que impide un aprendizaje efectivo y contribuimos a momentos de estrés innecesario capaz de convertirse en un padecimiento a largo plazo.
Hablando de la memoria a corto plazo, existe una serie de características que debemos de considerar para poder ejercitarla y convertirla en una memoria a largo plazo o permanente:
Actúa sólo con información visual y acústica, en menor medida por letras. Es la también llamada “memoria de trabajo” porque integra todos nuestros recuerdos y conocimientos para poder enfrentarnos a una situación presente o a un problema futuro. Es, básicamente, nuestra capacidad de prever, de prevenir acontecimientos.
Su capacidad de almacenamiento es limitada a 7 unidades a la vez sin distracciones, puede alterar los recuerdos por experiencias nuevas.
La duración es muy breve, entre 18-20 segundos, pero si logramos interpretar y organizar la información lógicamente, podemos recordarla por más tiempo.
Así, concluimos que nuestra principal ayuda para ejercitar nuestra memoria a corto plazo es el olvido en conjunto con la renovación y actualización de información diaria. Hoy en día esto es tan fácil como leer el periódico en el baño o como a la hora de la ducha, cantar la canción más antigua que recordemos: mantener en constante activación a nuestras neuronas las hace formarse el hábito de recordar y olvidar, las hace selectivas de información relevante y necesaria, tomando en cuenta que en todo necesitamos equilibrio, así que prestando atención a nuestros sentidos podemos ayudarles a relajarse y evitar la saturación de información.
Encontramos el misterioso número 7 en varias partes: 7 son los pecados que podemos cometer a lo largo de nuestros días, uno por cada día de la semana, uno por cada palabra que dijo Jesús al morir; 7 son los continentes (Norteamérica, Sudamérica, África, Asia, Europa, Oceanía, Antártida); 7 son los estratos de tejido en nuestra piel (germinativo, espinoso, granuloso, lúcido, córneo, papilar, reticular); 7 son los colores del arcoíris; 7 las maravillas del mundo, las Bellas Artes, las notas musicales. Y, por si fuera poco, 7 son las palabras que nuestra memoria a corto plazo puede almacenar en un periodo máximo de 45 segundos, pero si aprendemos a organizar e interpretar, este tiempo puede ser indefinido y de gran ayuda a nuestra salud mental.