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"EN MÉXICO LOS ALACRANES TIENEN ALAS"

  • Patricio Patiño
  • 23 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

Victor Alejandro Domínguez Díaz

@alexs_dominguez

"Las instituciones deben proteger al débil y al inocente. Es un honor ser parte de la suprema corte"

Medina-Mora

Llegar al más importante y sobre todo poderoso tribunal de un Estado debería de ser motivo de orgullo y fiesta. Las personas que sesionan los martes y los jueves deberían ser, en teoría, y bajo el ala de la constitución, verdaderos seres expertos, llenos de pericia, forjados al tesón de los ideales de toda una nación; multicultural y diversa como la nuestra.

Parece increíble que una persona como Medina-Mora haya recibido esta investidura y parece todavía más sorprendente que a pesar de todas las protestas y las voces que se alzaron, a nuestro Congreso le haya importado menos que nada ratificarlo. La sentencia del artículo 95 constitucional, en su último párrafo es clara:

“Los nombramientos de los Ministros deberán recaer preferentemente entre aquellas personas que hayan servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartición de justicia o que se hayan distinguido por su honorabilidad, competencia y antecedentes profesionales en el ejercicio de la actividad jurídica.”

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¿Cómo podrá velar por el respeto irrestricto de la Carta Magna cuando su propia elección y nombramiento ha estado manchada de sangre y corrupción?

¿Dónde están las credenciales de Medina-Mora y por qué se hace acreedor a ocupar el cargo? Hasta los propios juzgadores trataron de evitar a toda costa y casi en tono de suplica se dirigieron al senado de la República para que éste no lo eligiera por sobre los otros dos candidatos. Medina Mora es un sujeto que no debe y no puede velar por los derechos constitucionales de ninguna persona, cuando en sus anteriores cargos públicos pareciere que se esmeró en mandar al olvido todo lo que tuviera que ver con la palabra derechos y constitución.

Esta designación habla de la actualidad de un país que tiene todas las características para estallar en cualquier momento; ninguno de los tres poderes puede decirse a salvo de la lepra institucional que corroe a México.

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Vivimos atados a un sistema que considera que la solución de todos los problemas esta en la expedición de leyes; tenemos una cultura de remaches, de parches.

A los que ejercen la potestad del poder se les olvida que quizá no se gobierna con toneladas de papel, artículos con léxico rebuscado y engorrosas cuestiones leguleyas, ni prostituyendo influencias u ofertando los altos puestos del gobierno de este país. A lo mejor se les pasó el hecho tan simple de que nunca ha sido ni será la solución expedir leyes a diestra y siniestra; si desde el principio las cosas se hicieran bien, si desde el principio hicieran el trabajo que su pueblo les encomendó o como en el caso de Medina-Mora, el trabajo que la gente en el poder le regaló por haberse mostrado sumiso cuando ejerció sus cargos en la administración pasada.

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¿Tenemos el gobierno que merecemos? No lo creo, de ser así, hace años que México se habría derrumbado, aunque a nada estamos.

 
 
 

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