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"DESTRUIR EL PASADO: EL ESTADO ISLÁMICO Y LA DESTRUCCIÓN EN EL MUSEO DE MOSUL"

  • Patricio Patiño
  • 21 abr 2015
  • 3 Min. de lectura

Jorge A. Nieto Jiménez

@jorgegrandson

A finales del mes de febrero, empezó a circular un video en internet en el cual supuestos milicianos del Estado Islámico destruían a golpes de martillo antiguas estatuas asirias del museo de Mosul. ¿Por qué? ¿Qué lógica tiene destruir vestigios de civilizaciones que ya no existen? No se trata de vandalismo sin sentido, sino de una estrategia de propaganda.

El Estado Islámico, de forma similar a al-Qaeda, busca reclutar a personas que sienten que los gobiernos actuales no son lo suficientemente estrictos en aplicar el derecho tradicional islámico. Sirviéndose de predicadores, extienden ideas sobre la decadencia moral de los gobiernos a los que se oponen. La idea es que si una persona participa o tolera prácticas contrarias a sus interpretaciones del islam, está cometiendo pecados que lo alejarán de las recompensas de la otra vida. Y entre esas prácticas que el Estado Islámico y otros consideran canónicas está la prohibición de alabar ídolos. Al destruir las estatuas del museo de Mosul, los destructores se justificaban diciendo que estaban destruyendo ídolos.

Esta no es, de ningún modo, una práctica inaudita. La destrucción de ídolos incluso tiene su propia palabra, iconoclastia. Tanto el judaísmo como el catolicismo comparten con el islam la prohibición de adorar ídolos, recordemos por ejemplo, que la Biblia prescribe “no se volverán hacia los ídolos ni se fabricarán dioses de metal fundido” y que en el Viejo Testamento se habla del rey Ezequías de Judá, que destruyó la figura de una serpiente en el templo de Salomón por considerarla un ídolo. Esa doctrina se ha puesto en práctica en algunas ocasiones desde la Edad Media, al menos. Yazid II, gobernante musulmán del siglo VIII y León III, del Imperio Bizantino del mismo siglo, emprendieron importantes campañas de destrucción de ídolos en sus enormes imperios. Tampoco faltan ejemplos más recientes, en 2001 los talibán destruyeron los budas de Bamiyan en Afganistán, estatuas monumentales talladas en una montaña que databan del siglo VI.

Asia 16032015 Destruir el pasado.png

En todos estos casos, se muestra la destrucción de los ídolos como un acto de devoción y rectitud. La evidencia parece indicar que, incluso, en tiempos de Yazid II, esto fue visto como un acto excepcional, una muestra de ortodoxia poco común. La gran diferencia es que en nuestro tiempo, la preservación de objetos antiguos tiene una lógica muy precisa, documentar la vida y obra de civilizaciones que ya no existen y de las cuáles muchas veces sólo nos queda registros materiales. Eso es lo que les da valor a los artefactos en los museos y en sitios de interés para la arqueología, como Bamiyan. He ahí la diferencia entre al-Qaeda y el Estado Islámico frente a los precedentes antiguos de iconoclastia.

No quedaban budistas en Afganistán que adoraran a los budas en la montaña ni seguidores de la religión asiria que tomaran las estatuas como dioses. La destrucción de estos monumentos de culturas ancestrales se trata de actos de propaganda, son una forma en que estas organizaciones le pueden decir a sus audiencias que su devoción y ortodoxia no conocen límites. Que se documenten y difundan estos actos de vandalismo tiene un propósito muy claro, decirle al mundo lo que hacen y harán donde quiera que puedan tomar el control. Mientras tanto, el Estado Islámico lucra con el contrabando de un número identificado de piezas de valor histórico incalculable. Si la devoción fuera la única razón de su iconoclastia, seguramente no venderían otros objetos al mejor postor.

El Estado Islámico, como los talibán en su momento, tiene la necesidad de justificar su dominio sobre los territorios que conquistan por las armas, como una forma de mantenerse en el poder. Ambos grupos eligieron hacerlo mostrándose como los restauradores de un orden moral que en realidad nunca ha existido. Y mientras haya personas que se sientan identificadas con sus denuncias de la inmoralidad de otros, acciones como esta (por ejemplo, las destrucciones de las puertas de Nínive y sitios de Nimrud, también perpetrados por el Estado Islámico) tendrán un público dispuesto a escuchar.

 
 
 

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