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DEL CUARTO AL QUINTO PODER: TRANSICIÓN DE LA CONCIENCIA EN MÉXICO

  • Patricio Patiño
  • 19 mar 2015
  • 3 Min. de lectura

Héctor Balmaceda Sunderland

@hbsunderland

El periodismo en México es una de las profesiones –y oficios, dirían por ahí- más peligrosos de ejercer, desde Afganistán y Siria, hasta en México. Sí, aquí mismo. Dícese que la libertad de expresión en territorio mexicano está garantizada por el Estado (mal entendido como el gobierno), siempre y cuando –o sea, ya empezamos con condiciones-: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa [aquí faltó añadir ‘extrajudicial’], sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado.” Es decir, no hay una plena libertad de expresión, sino una capacidad de expresión reconocida pero poco regulada por las leyes mexicanas.

Además, el derecho al acceso a la (des)información, no es lo mismo que la libertad de expresión. Debemos preguntarnos entonces, cuáles son esos derechos a terceros, porque si el periodismo revela información contra los intereses de algunos, debemos entender si el interés es un derecho y ¿Qué es la moral, a todo esto? Ahora bien, como he dicho en anteriores oportunidades, uno debe hacerse responsable de lo que emite, y en ese sentido, claro que uno debería asumir responsabilidades si lo que expresa genera algún delito. No obstante, si la emisión de información (sean datos duros, ensayos, columnas como esta, artículos o material audiovisual) mueve conciencias y esto provoca, como en su entonces la imprenta y la Ilustración, movimientos ¿Se está perturbando el orden público?

¿Debemos interpretar al orden público como un estado colectivo de pasividad y parsimonia? Sí, para efectos del queridísimo gobierno mexicano, sí. Todo aquel que busque una revolución de conciencias, será delincuente, en esta lógica y retórica ridículas del PRIAN-PRD; pues claro, el partido en el gobierno y sus secuaces viven del erario y del «valemadrismo» mexicanos tal cual parásitos. Pues me declaro delincuente. Una cosa es enardecer a las masas y provocar una horda desenfrenada, y otra muy distinta es querer despertar a México de su letargo político, para que el mexicano mismo se empodere y tome las riendas de la política nacional, detentada por esos cárteles llamados partidos políticos.

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Hoy día, los medios de comunicación están siendo cooptados por el gobierno en pos del mantenimiento del status quo. Tenemos ejemplos de medios «chayoteros» que despiden periodistas y conductores. Que no nos asuste esto, un medio de comunicación es una compañía que guarda una línea editorial; si sus empleados no siguen esa política, se les dice adiós. Lo que debe asustar es no saber o pretender ignorar quiénes y cómo –superestructura- son los que mueven al títere, bajo amenaza de dejarlo sin cabeza. A la postre, Huerta, Lizárraga y Aristegui encontrarán cabida en otro medio, pues audiencia tienen y aptitudes también, no por nada el caso Casa Blanca y el caso del proxeneta de Gutiérrez.

Si es que tenemos –o tienen, me deslindo de etiquetarme en el colectivo- el gobierno que merecemos –merecen-, pronto, todos los medios de comunicación, incluso independientes/alternativos, quedarán silenciados o al servicio de la partidocracia. Si usted tampoco pertenece a ese colectivo de borregos y no quiere voceros y paleros del gobierno al momento de intentar informarse, va siendo hora de hacer algo, y ese algo empieza por informarse en todos los medios y saber así su línea editorial para lograr una información más objetiva. Segundo paso, mantener informada a las comunidades y círculos sociales en los que nos desenvolvemos. No deseche mi premonición de que muy pronto veremos, legislada al vapor y en calidad de “te pago por aprobar”, una ley de regulación y restricción al internet.

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