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"FILANTROCAPITALISMO: LA CARIDAD TAMBIÉN GENERA RIQUEZA"

  • Patricio Patiño
  • 27 feb 2015
  • 3 Min. de lectura

Lourdes Tercero

@lulatercero


Erradicar las hambrunas y las enfermedades también genera ganancias. Así lo están demostrando muchas de las personalidades más destacadas de los negocios. Filantrocapitalismo es como se le conoce a esta tendencia: la aplicación de métodos y estrategias para sacarle el máximo provecho a la filantropía. Inversión social, para ser más precisos.


En el escenario del filantrocapitalismo figuran rostros decisivos de los negocios como el de Bill Gates, Carlos Slim, Warren Buffet, Marck Zuckerberg, entre otros. Ellos ven en la filantropía una panacea para el combate a la pobreza. Gates no sólo visualiza esto, sino que también la nota como un determinante considerable del consumo. Cabe destacar además que, más allá de las consideraciones de los filantrocapitalistas, esta tendencia les genera prestigio y un lugar valioso en la opinión pública. Así, por ejemplo, vemos al genio del software arguyendo que esta modalidad es la alternativa más pronta al combate de la desigualdad.


Filantropía y capitalismo: una historia compartida


Contrario a lo que se cree actualmente, el filantrocapitalismo no se trata de un fenómeno nuevo, o al menos su base fundamental no lo es, pues antes del mismo nacimiento del capitalismo, ya en la Europa renacentista los mercaderes ayudaban a los pobres y antes de ésta, la llamada “tercera etapa de oro de la filantropía”, hubo efectivamente dos etapas que la antecedieron, una en el siglo XVIII y otra en el XIX. Ésta, por cierto, vio el logro de la Fundación Rockefeller. La que actualmente presenciamos supera por mucho, claro está, a cualquier otro tipo de actos de conjuntos de caridad de los que se tenga registro en la historia.


El mundo de hoy necesita ser restaurado y los filantrocapialistas tienen la firme convicción de que ellos podrán cambiarlo, no sólo por el simple acto de dar sino porque ellos llevan la filantropía un paso más allá: si la globalización y la tecnología los ha llevado a amasar grandes fortunas, ¿por qué no aplicar las mismas técnicas al cambio social?


Filantrocapitalismo, una alternativa cercana


En el mundo de los negocios no se hace nada sin esperar algo a cambio, y la filantropía no escapa a eso. Esta simbiosis costo-benefico le ha acarreado críticas pero también alabanzas al filantrocapitalismo. Por la parte de los críticos tenemos a Michael Edwards, del Brooks World Poverty Institute (Universidad de Manchester), autor de Just Another Emperor? The Myths and Realities of Philantrocapitalism, quien asegura que éste sólo aplaca síntomas, al referirse a problemas medulares como la corrupción y la pobreza, y que no transforman la sociedad por completo. Dice además que estos actos no son sostenibles pues dependen del flujo de voluntades que pueden cambiar repentinamente, que ocultan responsabilidades de las instituciones y que no se ocupan de manera adecuada en reflexionar sobre la justicia.


Mientras esos argumentos cobran relevancia en el consenso de la mayoría, del otro lado de la opinión se cocinan las siguientes preguntas: si es cierto que los filantrocapitalistas no van a la raíz del problema: ¿debería la humanidad esperar la llegada de un mecanismo que combata repentinamente las enfermedades, la pobreza y cualquier otro tipo de problemas acuciantes que embargan hoy al mundo mientras? El filantrocapitalismo ha demostrado que puede hacer algo por combatir esos males. En aras de la transformación del mundo, ¿por qué no sacar provecho del costo-beneficio del que se vale el filantrocapitalismo?


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El filantrocapitalismo y el descontento público


Cuando la ayuda de un filantrocapitalista llega a un país necesitado, la transparencia y óptima administración de tales recursos queda a cargo de los organismos reguladores, pero claramente esto ocurre a menudo fallidamente tratándose de un gobierno como el de México. Además, siguiendo la línea de la falta de cultura financiera y de los negocios (que es un problema en el mundo), muchos legisladores, funcionarios y periodistas de países subdesarrollados tienen la creencia, a manera de tabú, de que los donativos son en automático evasión fiscal. Entiéndase, las fundaciones no siempre llevan consigo la evasión de impuestos.


Buena parte de los donativos apoyan causas muy nobles y cumplen funciones que los gobiernos tienen la tarea de hacer. Tan sólo en nuestro país somos testigos de cómo a menudo se criminaliza a las fundaciones que ayudan al combate de problemas agudos, labor que claramente le compete al gobierno. La filantropía llevada a cabo por empresas es mal vista. Cuestión lamentable. Si en nuestro país ésta no se lleva a cabo como opción estratégica, de inversión social, es decir, como filantrocapitalismo ya en su función actual plena, tal cual ocurre en Estados Unidos, no estaría de más comenzar a cuestionar nuestros equivocados prejuicios en torno a la filantropía.

 
 
 

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