"ESCANDINAVIA NO QUIERE SER SUIZA"
- Patricio Patiño
- 25 feb 2015
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Por: Iván Guerrero Córdova
@nabokovivan
La decisión de Suiza de desligar la cotización del franco del euro desató a mediados de enero una revaluación abrupta de su divisa, un terremoto bursátil, y puso en el ojo del huracán a diversos países, especialmente, la zona de Escandinavia. Pese a las notables diferencias y asimetrías entre dicho conjunto de economías, los efectos de la acción helvética han redoblado la presión sobre las autoridades danesas, suecas y noruegas para evitar una entrada masiva de capitales y sostener el sistema de cambio fijo entre sus divisas y el euro.
En las últimas semanas, los rectores de la política monetaria de estos tres países (por separado) han emprendido una batería de medidas clave para mantener la cotización fija de su moneda y espantar así los fantasmas que empiezan a cernirse sobre ella: la sorprendente suspensión de todas las subastas de deuda pública hasta nueva orden y el anuncio de que su banco central iniciará una venta de divisas, sin control, si fuera necesario.
Una peculiaridad de estas medidas tomadas por Noruega, Suecia y Dinamarca es que el paralelismo es escaso, respecto de su vecino suizo, pues también, en este punto, diversas instituciones no saben muy bien el porqué de estas medidas. Suiza introdujo el límite a la cotización del franco hace tres años para evitar la inundación de su economía por capitales procedentes de la inestable Unión Europea, en Escandinavia la banda máxima de fluctuación de su moneda es percibida como parte fundamental de su política económica y goza de gran aceptación popular.

Dinamarca, por ejemplo, lleva tres décadas vinculando, directamente, su corona con la de la divisa de referencia en el Viejo Continente —primero al marco alemán, su primer socio comercial, desde mediados de la década de los ochenta, y después al euro, desde su creación en 1999—. Los efectos de una potencial eliminación de la banda máxima de fluctuación, tal y como decidió Suiza el pasado 15 de enero, serían “devastadores” para la economía del país nórdico, según los expertos.
El anclaje, de una divisa poco comercial a una divisa clave, está plenamente institucionalizado: desde los sindicatos hasta la patronal, pasando por exportadores e importadores, están de acuerdo en poner la moneda nacional con respecto del euro. Y el Banco Central hará todo lo necesario por mantenlo, de otro modo el sistema mismo, en Dinamarca, se iría en picada.
En una entrevista para “Reuters”, Steen Bocian, economista jefe de Danske Bank, la mayor entidad financiera del país por activos, haciendo suya la ya mítica expresión acuñada por el presidente del BCE, Mario Draghi, en el tumultuoso verano de 2012. “En Dinamarca este asunto es una cuestión política; todo el Parlamento lo defiende y el Banco Central no puede dejarlo caer”. Simplemente no es una opción factible. El tipo de cambio fijo ha demostrado ser más efectivo que la flexibilidad cambiaria de Suecia y de Noruega, si se renunciara al anclaje, se desmoronaría toda la economía nacional.
Pese a las acciones tomadas en estos tres países, los inversores internacionales no parecen tenerlas todas consigo. La ola de movimientos especulativos iniciada a raíz de la decisión suiza ha desatado un miedo —probablemente injustificado— sobre un potencial abandono del anclaje monetario. En paralelo se ha producido una entrada de capitales reconocida explícitamente por las autoridades monetarias y que los expertos atribuyen a su etiqueta de países refugio ante la volatilidad europea. La economía mundial aún está por debajo del nivel de 2008. Debemos recordar que este 2015 es un año de inestabilidad financiera y podría volver a conducir a diversos países, que no tomen precauciones y gestionen bien los riesgos, a la recesión. En 2014, Dinamarca, Suecia y Noruega crecieron al 0.8% y la Comisión Europea prevé que alcance una velocidad de crucero del 1.7% en 2015 para las tres naciones escandinavas.

Ante la zozobra en los mercados, las autoridades económicas no han dudado en echar mano de la artillería pesada: desde que Suiza eliminó los límites cambiarios, los bancos centrales de Suecia, Dinamarca y, un poco menos, el de Noruega han reducido el tipo de depósito hasta el -0.75% y -0.73%, frente al -0.05% que desde principios de enero se veía en su conjunto —la cota más baja de la historia de cualquier banco central, sólo igualada por Suiza, y todo un reto para la banca de estos tres países. En el caso danés se ha registrado breves superávits en el tercero y en el cuarto trimestre de 2014, mientras que su deuda pública se situaba en el 47% del PIB. Una envidia tremenda para Europa, donde hay países –Grecia, Italia, España– donde la deuda del PIB supone hasta 145%.
Otro caso que ha ocurrido, en los últimos días ha sido el programa de compra de deuda del Riksbank (banco central de Suecia), de donde se centrará en la adquisición de bonos soberanos con vencimientos comprendidos entre uno y cinco años por importe de 10 000 millones de coronas suecas. Para garantizar que la inflación sube hacia el objetivo marcado, el Riksbank está preparado para adoptar una política monetaria más expansiva, señalaron las autoridades suecas, quienes temen que el efecto “suizo” llegue hasta su debilitado sistema bancario. El banco central sueco no descarta actuar fuera de las fechas marcadas para sus reuniones de política monetaria si hubiese necesidad. Las autoridades monetarias suecas han dejado la puerta abierta al lanzamiento de un programa de préstamos a empresas a través de los bancos comerciales.
El programa de quitas cuantitativas y compra masiva de bonos soberanos podría acudir al rescate de estas tres sólidas economías, aliviar el riesgo y mejorar las previsiones de crecimiento; sin embargo, los cambios que hagan deben ser paulatinos y con mucho cuidado. Es complicado crecer cuando se tiene de principal socio comercial a un bloque que no está en su mejor momento, me refiero claro, al viejo continente.