"EL PLANO DE LA VIDA"
- Patricio Patiño
- 24 feb 2015
- 2 Min. de lectura
Por H. Caleb Lagunas Rojas
@RojasCaleb
El ADN es el material que utilizan casi todos los organismos de la Tierra para mantenerse en existencia. Sin embargo, estos organismos no están hechos de ADN, sino de proteínas, grasas y carbohidratos, que, a su vez, están regulados por otras, moléculas. En otras palabras, las proteínas son las que hacen el trabajo real en un organismo. Entonces, ¿cuál es el vínculo entre el material hereditario que pasa de generación a generación (el genoma) y las proteínas que componen realmente estos individuos (el proteoma)?
De algún modo, el ADN da las instrucciones para fabricar las proteínas y dirigir sus actividades: el genoma debe trasladar estas órdenes al proteoma. El ADN de un organismo es como un plano de una máquina, la receta de un guiso o el código de un programa informático.
Otra analogía posible para el genoma es la del código de barras, una secuencia de datos codificada que transmite información acerca de su portador. Pero a diferencia de éste, que se limita a identificar a quien lo lleva, el genoma contiene todas las instrucciones para construirlo.

El ADN está hecho de largas secuencias de moléculas llamadas bases nitrogenadas que aparecen en cuatro "sabores” principales: adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T). Cuando se descubrió el ADN, se dio por supuesto que estos cuatro tipos no eran suficientes para obtener las instrucciones de la inmensa complejidad de un organismo completo. Sería como tratar de escribir las obras completas de Shakespeare con sólo cuatro letras. De hecho, es posible conseguirlo si estas cuatro grafías se utilizan para crear un código.
Cuando los biólogos se dieron cuenta de esto, no tardaron mucho en descifrar el código. Las proteínas están compuestas por 20 aminoácidos diferentes; así que lo que se necesita es un código capaz de cifrar al menos 20 mensajes o "codones" diferentes. Como cada letra presenta cuatro opciones, las secuencias de dos bases sólo permitirían 16 (4x4) palabras de dos letras, o codones. Pero si las secuencias tienen tres bases, es posible transmitir 64 (4x4x4) codones distintos, más que suficientes si se requieren especificar 20 aminoácidos.
El ADN de una humilde ameba unicelular contiene hasta 400 millones de bits de información genética, suficientes para llenar 80 libros de 500 páginas. Cada célula de nuestro cuerpo (con la excepción de los glóbulos rojos) contiene una secuencia de ADN de 3,200 millones de letras de longitud. Son 2 metros de ADN; un trozo de ADN de 1 mm de longitud contiene una secuencia de pared de bases de más de 3 millones de letras.

Para qué tengas una visión más clara, para transcribir el genoma humano, un mecanógrafo tendría que teclear 60 palabras por minuto, 8 horas al día durante 50 años para lograr dichas dimensiones. En una hebra de ADN las bases sólo están separadas por 0,33 manómetros, tres veces la anchura de un átomo de hidrógeno.
Lo bueno de todo esto es que no somos la bacteria Clostridium perfringens, porque, de serlo, nos reproduciríamos una vez cada nueve minutos, y con este ritmo, en teoría, podríamos crear en dos días una descendencia cuyo número fuese mayor que el de los protones del universo.