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"EL RESURGIMIENTO DE LAS ECONOMÍAS DE GUERRA"

  • Patricio Patiño
  • 30 ene 2015
  • 3 Min. de lectura

Lourdes Tercero

@lulatercero


El indicador para demostrar qué país del mundo lideraba la economía mundial en algún momento de la historia moderna fue la guerra, valorada al igual que los logros de la Revolución Industrial, el paradigma y referente obligado del aceleramiento económico a escalas grandes, o el aceleramiento e impulso del petróleo. Con la guerra, el mundo experimentaría una nueva etapa, pero particularmente Estados Unidos, quien se encontraba ante una nueva modalidad de hacer dinero: la guerra. Ésta actualmente no es el camino para acelerar la economía, esa opción está opacada.


Las dos grandes guerras del siglo XX le traerían beneficios inusitados al país que vio nacer la industria automotriz. La Primera Gran Guerra le aseguraría el liberalismo económico; tras su final, el abastecimiento de productos básicos a los países poderosos de Europa y el aceleramiento de las descolonizaciones le acarrearía un lugar en la primacía económica mundial. En la Segunda Guerra Mundial, el hegemón americano aprovechaba la debacle de los países europeos para el negocio de las armas, y ya en la Guerra Fría, se disputaba el trono del poder económico con la ingente URSS.


Es precisamente a partir de este episodio de la historia moderna que el mundo no ha tenido muchas guerras, al menos no en términos históricos. Occidente se percata de la ausencia de un acelerador inmediato de su economía, no obstante que las organizaciones internacionales que velan por la paz y el arbitraje del derecho internacional obstruyen esas metas.


Las noticias de las muertes de hoy en países como Irak o Sudán del Sur hacen que el mundo parezca un lugar muy sangriento, pero sus cifras palidecen a la luz de las decenas de millones de personas que murieron en las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, y en la misma guerra de Vietnam, en la que hubo muchas más muertes que cualquier guerra reciente en la que haya participado un país rico.




¿La guerra es de nuevo el camino para las potencias occidentales?


En aras de la continua lentitud del crecimiento económico en las grandes potencias, algunos economistas hacen un examen frente al hecho de que en los últimos tiempos no se han generado guerras de magnitudes exorbitantes. En este sentido, destacan algunos como Tyler Cowen, un economista estadounidense, quien lidera un séquito de especialistas “pro realismo americano”. Este catedrático de la Universidad de Harvard ofrece una teoría descabellada para los tiempos de paz que se viven en nuestros días. Su visión parece asegurar que las economías occidentales, que han sido tradicionalmente fuertes, tendrían que recurrir a la guerra nuevamente si es que desean mejorar.


Según comenta el propio Cowen, “pelear guerras no mejorará las economías, ya que el conflicto como tal acarrea muerte y destrucción”, aunque su visión parece también apoyar el argumento keynesiano de que la preparación para las guerras eleva el gasto público y pone a la gente a trabajar y a la histórica teoría de las ventanas rotas, que también ponen de manifiesto a la destrucción. “Puede parecer repugnante encontrar un lado positivo a la guerra en este sentido, pero un vistazo a la historia de EE.UU. sugiere que no se puede descartar la idea tan fácilmente.”


El peso de los BRICS asusta sobre todo a Estados Unidos, y en este sentido, recurre a la revisión de las estrategias, aparentemente equivocadas según cierto grupo de especialistas estadounidenses, que lo han colocado en el lugar en el que está ahora. De acuerdo con su visión, algunas innovaciones fundamentales como la energía nuclear, la computadora y el avión moderno fueron empujadas por gobiernos ansiosos en derrotar a las potencias del Eje y, más tarde, ganar la Guerra Fría.



Siguiendo su evidencia, cabe recordar que internet también fue inicialmente diseñado para ayudar a soportar un intercambio nuclear, y Silicon Valley tuvo sus orígenes con contratos militares, y no por las nuevas compañías de redes sociales que surgen hoy en día. Además, el lanzamiento del Sputnik por los soviéticos estimuló el interés de Estados Unidos en la ciencia y la tecnología, en beneficio del crecimiento económico posterior. El Proyecto Manhattan tomó seis años para producir una bomba atómica a partir de casi nada, y en su auge consumía un 0,4% de la producción económica estadounidense. Es difícil imaginar un logro tan decisivo actualmente.


Esa lógica es la que reluce ante la tesis del experto. Quizás Occidente centre su atención en que los gobiernos tomen correctamente algunas decisiones básicas, ya sea en invertir en ciencia o en simplemente, liberar la economía. Desde este punto de vista, la Tercera Guerra Mundial entonces sería rentable.

 
 
 

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