"EL MITO DE LA CABEZA Y EL CALOR"
- Patricio Patiño
- 4 ene 2015
- 4 Min. de lectura
CALEB LAGUNAS ROJAS
@RojasCaleb
Estamos en presencia del mito culpable de que madres en casi todo el mundo nos dijeran: “tápate la cabeza, que te vas a enfriar”, cuando éramos niños y antes de salir camino a la escuela durante mañanas de temperaturas agradables para especies polares como osos y pingüinos, pero no para la nuestra. Así, como rebeldes protozapatistas o asaltantes de caricatura, muchos de nosotros tuvimos que soportar ir con la cabeza entera cubierta por un gorro rematado por una ridícula bola de estambre.

Muchos de nosotros achacamos a la abuela esta conducta sobreprotectora, la de enfrentar al mundo con nuestras testas enfundadas en gorros tejidos, pero resulta que el menos amoroso “Manual de sobrevivencia del Ejército de Estados Unidos” (y no precisamente Mexicanos) es el culpable, pues afirma en su sección “Principios básicos de sobrevivencia en clima frío” lo siguiente gracias a la tergiversación en la interpretación de los resultados de experimentos científicos llevados a cabo por el ejército estadounidense durante los años 50:
“…mantenga siempre cubierta su cabeza. Puede perder 40% a 45% del calor corporal a través de una cabeza desprotegida y aún más a través del cuello. Muñecas y tobillos desprotegidos. Estas áreas corporales son buenos radiadores de calor y tienen muy poca grasa aislante. El cerebro es muy susceptible al frío y puede soportar el menor nivel de enfriamiento. Debido a que hay mucha circulación sanguínea en la cabeza, la mayoría de la cual está en la superficie, usted puede perder calor rápidamente si no cubre su cabeza.”
En realidad, la pérdida de calor por la cabeza es la misma que por cualquier otra parte expuesta de nuestro cuerpo. Lo que determina el porcentaje de pérdida de calor corporal por evaporación es, junto con la temperatura y la humedad, la cantidad de área descubierta. Incluso en las personas con cabezas desproporcionadamente grandes, esta parte del cuerpo representa sólo alrededor de 10% de la superficie corporal total, por lo que, en reposo el porcentaje de calor que se disipa por la cabeza es de entre 7% y 10% de la pérdida total. Sin embargo, de acuerdo con el experto en hipotermia Daniel I. Sessler, de la Universidad de Louisville, como nuestra cabeza (junto con la parte superior del pecho) es hasta cinco veces más sensible a cambios de temperatura que el resto del cuerpo, al cubrirla tenemos la falsa percepción de que nos enfriamos menos. En conclusión: otra vieja leyenda científica del siglo pasado revelada en los albores del siglo XXI. ¿En serio? No realmente.
Considerando que el ejército estadounidense sigue aconsejando a sus soldados cubrirse la cabeza, las madres continúan obligando a sus hijos a hacer con sus cabezas lo mismo que sus madres y que las madres de sus madres, y en cursos y manuales de buceo y salvamento se sigue mencionando que, durante la hipotermia, la principal pérdida de calor se da por la cabeza. ¿No se ha enfrentado nadie de que esto es sólo un mito? ¿No es evidente la falacia que, de no serlo, implicaría que nuestra cabeza tendría que perder cuarenta veces más calor por unidad de área de piel, comparada con el resto del cuerpo? ¿No hay ya, en la literatura científica, estudios que muestran que la velocidad con que se pierde calor por la cabeza es prácticamente la misma que con respecto a cualquier otra parte del cuerpo descubierta, expuesta directamente al frío?

Bueno, lo que ocurre es que, en este caso, es necesario añadir información importante. Dado que la demanda de oxígeno de nuestro cerebro es siempre constante, el flujo sanguíneo (y con él el suministro de oxígeno y calor) hacia la cabeza debe mantenerse sin cambios, cuando hace frío, una de las dos respuestas principales del cuerpo es reducir este flujo sanguíneo a las extremidades pero, como considerar al cerebro éstas y sacrificarlo no está a discusión, son los dedos de las manos y de los pies los que se despiden primero de nosotros por congelamiento.
En el lado opuesto, cuando hacemos ejercicio y aumentamos nuestra frecuencia cardiaca, la sangre transportada al cerebro también se incrementa y, con ello, el porcentaje de pérdida de calor. Según Barry S. Brown, especialista en Kinesiología (estudio del movimiento del cuerpo humano con el fin de conservar la salud) de la Universidad de Arkansas, este porcentaje puede alcanzar hasta el cincuenta por ciento de la pérdida de calor corporal total. Conforme el ejercicio continúa, las arterias en la cabeza se expanden (vasodilatan, dirían los médicos), redirigiendo la sangre a la piel, con lo que esta sangre se enfría y el porcentaje de pérdida de calor por la cabeza, una vez que empezamos a sudar, regresa el 10%.
Pero nos falta considerar aún la segunda de las principales respuestas del cuerpo humano ante el frío: la generación de calor al tiritar (temblar o estremecerse de frío).Y es que, si estamos ante un caso de hipotermia (descenso de la temperatura corporal por debajo de 35°C) en el que el paciente tirita, en esta situación sí es verdad que tendremos hasta 55% (cifra que está bastante alejada de lo que la sabiduría popular señala) de pérdida total de calor a través de la cabeza del paciente.
“En definitiva y sin ser kinesióloga, mi madre tenía razón”, podría concluir. No se puede negar que, mitos aparte y a pesar de que se duda que sea alto el riesgo de que algún niño en ruta a su escuela sufra hipotermia, a menos que viva en Serbia, cubrir las cabezas infantiles y las nuestras cuando hace frío sí es, después de todo, un buen consejo.